9 ene 2012

Carta abierta a quien corresponda...

Última foto de Kenny.
Cuatro días antes de morir.
Nadie merece morir de esa manera ¿sabes? Nadie. Ni siquiera el más despiadado de todos los seres humanos, ni el más feroz de todos los animales de la Tierra. Ni el más tirano entre los tiranos y mucho menos el más puro entre los nobles de corazón. Nadie merece morir como mi Kenny lo hizo esta mañana*. Ni siquiera el infeliz que creó esa porquería que lo mató, ni siquiera aquel ignorante o insensible que vertió aquel líquido en la calle. Nadie. Ni ratas, ni ratones, ni perros, ni gatos. 

Quizá tú no comprendas mi negativa, no dudo que no la comprendas. Quizá si me vieras y escucharas mis palabras me darías una cátedra sobre por qué las ratas deben morir; por qué deben ser exterminadas aunque sea con el más cruel de todos los sacrificios y aunque en ese acto se vayan seres indefensos más afortunados que los roedores. No te culpo, quizá nunca nos entenderemos, no nacimos pensando igual y probablemente nunca lo haremos. 

Toda justificación que utilices para defender un producto químico tan mundano queda ridiculizada ante la agonía de mi perro. ¿Qué sabes tú del dolor si nunca viste los ojitos abiertos de esa criaturita que veía a cuenta gotas cómo se le iba la vida en cada respiro? ¿Qué sabes tú del dolor si no lo tuviste en tu regazo esos eternos minutos de agonía mientras aprendía a decir adiós a la familia que lo amó durante casi una década? 

¿Qué sabes tú del significado del amor si nunca recibiste un lengüetazo suyo en la mejilla? ¿Qué sabes tú de la lealtad si nunca viste cómo esa bolita color café se sentaba al lado de mi silla favorita? Tú no sabes nada. Tú no sabes cuánto duele. ¿Cuál es el precio de tu negocio? ¿Cuántos murieron así antes que Kenny? ¿Cuánta gente vio a sus mascotas yéndose así tan furtivamente en cuestión de segundos? ¿Tienes un manual para decirle adiós al perro moribundo? ¿Tienes una formula para aplacar los aullidos desgarradores de dolor? ¿No los escuchaste hoy en la mañana viviendo tan cerca? ¿No se te pudrió la conciencia? ¿No se te quitó el sueño? ¿Mercader de la muerte, centinela eterno de la Watchtower? ¿Testigo del mismísimo Dios? ¡Hazme el favor! ¿Cómo no se te cae la cara de tanta vergüenza? ¿Cómo tus ojos pueden ser indiferentes a tanto dolor? ¿Con qué cara se sale a predicar una verdad sagrada que raya en la perfección si no sabes actuar con ella? ¿Allá en el paraíso que irás también habrá animales a los que podrás matar con tu poción mágica, indolora, made in Escuinapa? 

¿Qué sabes tú de la vida, si nunca viste nacer a mi bodoque? ¿Qué sabes tú de la rabia si nunca te has despertado con el llanto de tu perro sabiendo que nada le podría sacar la muerte de sus ojitos? ¿Qué sabes tú de esa muerte si nunca le pusiste la mano en su pecho, ni sentiste cómo aquel corazóncito cansado pasaba a ser el más muerto de todos los corazones? ¿Qué sabes tú de la rutina si nunca le viste entusiasmado ante la frase “¡Cinco minutos!”? Tú no sabes nada de eso, ¿cómo vas a saberlo si esta mañana no fuiste testigo del silbido que brotaba de los labios de los recolectores de basura al notar el silencio sepulcral de aquel ladrido ausente? ¿Cómo le explico a Umi que su hermano no volverá? ¿Cómo le explico al señor del agua, al taxista, al cartero que ya no hay nadie que les pueda dedicar un fuerte ladrido? ¿Cómo me enfrento a eso sin que se me quebre la voz, sin que se me haga un nudo en la garganta? ¿Qué hago con todo lo que fue? ¿Qué hago con todo lo que dejó? ¿Dónde escondo tanto dolor? ¿Dónde meto tanta tristeza? ¿Tú qué vas a saber si no puedes ni respetar una vida mucho más inocente que la tuya? 

Este es el segundo ¿sabes? Este es el segundo que me quitas en 11 años. Este es el segundo perrito que se muere así frente a mis ojos. Pero el dolor no cambia. Es la misma impotencia, la misma rabia, el mismo coraje. Pero esta vez no hay sed de venganza. Esta vez, a diferencia de aquel triste octubre, no deseo verte muerto. Las cosas cambias, las ideas también y yo te perdono. Te perdonaría esta y mil veces más si fuera necesario, un rencor a ti no te tendría ¿y sabes por qué? Porque somos diferentes. Por suerte somos muy distintos. Y aunque tú jamás tendrás cara para disculparte por tanta muerte, y mucho menos para reconocer tu error, igual te perdonaría. 

¿Tú conciencia está tranquila? La mía sí, estuve con mi bodoque durante su agonía (todos esos dolorosos minutos) y fui fuerte, y fui firme, y traté de mantener la calma. No derramé ninguna lágrima mientras se iba. No, quería que se fuera sabiendo que allí estaba yo con él. Fuerte, para sujetarlo. Fuerte para acompañarlo en cada aullido, en cada convulsión, en aquellos ojitos dilatados que, aun vivos, ya no parpadeaban. ¿Tú qué sabes de la agonía si nunca abrazaste a la muerte como yo lo hice, en medio de vomito y excremento? ¿Hubieras podido hacerlo? ¿Qué sabes del valor si no eras tú quien se despedía de aquella criaturita? ¿Tú qué sabes de cariño si nunca has tomado a tu amigo agonizante entre tus manos, en un último abrazo eterno, con un último beso, en aquel último latido? 

¿Sabes que todos los perros van al cielo? Seguramente no, porque tú ¿qué vas a saber de perros? ¿Qué vas a saber de los cielos?

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*Kenny murió el 8 de enero del 2012 a los nueve años de edad. Su veterinario señala que debido a los síntomas que reflejó minutos antes de morir (muy parecido al de piquete de alacrán) se debió a una combinación mortal de químicos utilizados comúnmente para matar ratas de gran tamaño. La inhalación en sí no suele producir síntoma alguno sino hasta horas después, cuando el veneno entra directamente al cerebro. Vomito, diarrea, dolor, taquicardia, parálisis en las extremidades inferiores, convulsiones, etc. Una vez que tal sintomatología se hace presente  la muerte es inminente. En resumen, cualquier intento por salvarlo es en vano. Lo mejor es quedarse con el perrito, contenerlo para que no corra, hablarle, ser fuerte, despedirse, tranquilizarlo durante las convulsiones... Y finalmente dejarlo ir.  

5 comentarios:

  1. sin palabras, aunque siempre que leo algo de venenos... siempre pienso... en que debe haber una forma de pararlos... lamento tu pérdida..... pérdida sin razón..... pérdida sin corazón.

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  2. No pude evitar derramar lagrimas imaginandome el sufrimiento tanto tuyo como de tu cachorro... en verdad lo siento muchisimo y vaya que tienes el Don de escribir la verdad como se debe, mi mas sentido pesame..

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  3. Llegué a tu blog buscando algo en google y me gustó tu estilo.

    Decidí ir a leer la primera entrada y no pude evitar ponerme a llorar.
    Tengo una perrita de un año, y aquí hay gente que deja comida envenenada en el parque donde dejamos sueltos a los perros (carne, pan con leche... alimentos que ellos se comen sin pensarlo un segundo). Incluso con alfileres dentro, para que se los claven en la barriga y se mueran.

    También hay quien entra al recinto sin perro y sale con uno... para luego poder pedir un rescate. Si la familia no puede (o no quiere pagar)...

    Estoy muy triste por ti y tu perrito. Seguro que nadie se merece morir así, pero mucho menos algo tan (no encuentro el adjetivo apropiado) como son los perros. Ni nadie ver como alguien a quien ama, aunque sea un animal, agoniza sin remedio mientras lo sujeta en sus brazos.

    Ya me desahogué, solo me queda la rabia y el enfado. No entiendo ni entenderé como la gente que hace esas cosas puede vivir sin sentir la culpa quemando por dentro.

    Perdona este comentario tan largo, necesitaba decirlo...

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  4. U_U es una lástima que esto ocurra comprendo tu indignación...algo parecido le ocurrió a una perrita mía y conozco la impotencia de no poder hacer nada para aliviar el dolor de un compañero tan preciado. Kenny estaba bellísimo y estoy segura de que fue muy feliz al tenerte. Te mando un abrazo

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  5. ENOS. Me haces llorar niña

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