Supe por primera vez algo de Sherlock cuando apenas era un rumor,
una breve noticia que se colaba por los blogs y las páginas web donde afirmaban
en voz baja y sin fuentes confiables que la BBC preparada una adaptación del personaje de Conan Doyle en tiempos modernos. Recuerdo haber sonreído ante la
idea mientras pasaba los renglones y las palabras, porque ya en aquel entonces
sabía de sobras que Sherlock Holmes era un personaje moderno; siempre lo
había sido, incluso para su época. Ese misterioso tipo que se valía de
tecnología para resolver crímenes en el Reino
Unido de la época victoriana. Después llegaron los detalles, los actores
que aparecerían, las mentes productoras detrás de la idea, el formato de
mini-serie, los casos que probablemente adaptarían, el entorno en el que
giraría la adaptación, etcétera. Tuve mis dudas y mis reservas hasta el último
instante; traté de balancear la información que me llegaba para contrastarla
con lo poco que conocía de un personaje por demás entrañable y tan arraigado en
la cultura británica como para tratarlo con sumo cuidado, a pesar de desconocer
mucho de él. Sherlock Holmes es de
esos seres ficticios a los que estimas aun sin haber leído algo sobre ellos. Protagonistas
icónicos de novelas que van más allá de lo límites establecidos como para
encasquetarlos en el ámbito de la normalidad.
Para aquel entonces mis conocimientos eran
bastante limitados; obviamente tenía referencias de Holmes, no más de lo que la
mayoría de las personas tienen de él. A los 12 años había leído un libro
infantil con ilustraciones rándom en una versión condensada de El signo de los cuatro y tiempo después
me di a la tarea de leer El sabueso de
los Baskerville sin saber siquiera que era una novela de Conan Doyle hasta que me topé con el
nombre del detective (una grosería, vamos), a mi favor puedo decir que el libro
era viejísimo y no tenía tapa, además que algunas de sus hojas estaban dañadas
e incompletas. Pero hasta ahí. Más allá de eso no sabía nada. Sólo sabía que
era un detective cuyo único amigo al parecer era un tal doctor John Watson que documentaba sus historias
y que Holmes tenía una habilidad extraordinaria para deducir el entorno en el
que se encontraba, cosa que más de una vez intenté en mi salón de clases sin
resultado alguno. Conocía la base del personaje, solamente, la estructura, pero
desconocía el resto de sus matices. De aquí podríamos saltar fácilmente hasta
el estreno de la serie, pero quiero dejar en claro que la primera adaptación en
movimiento que vi de Sherlock Holmes
(dejando de lado Detective Conan
porque no cuenta) fue la primera película de Guy Ritchie, cuyo título es el mismo nombre del personaje.
El largometraje en cuestión es un excelente
derroche de entretenimiento bestial y palomero hasta decir basta y me divertí
bastante viéndolo en el cine. Y de paso vale la pena señalar que Robert Downey Jr. y Jude Law imprimen su sello en cada
escena, y la camaderia que se respira a lo largo de todo el film es lo que lo
vuelve tan entretenido. Quizá fue mi perspectiva —o tal vez mi poca
familiaridad con los personaje no permitió percatarme de ciertos detalles— pero
no encontré demasiados vestigios de Sherlock Holmes o de John Watson en la
película porque el frenesí de la aventura y la acción lo eclipsaba todo, aunque
realmente no le di demasiada importancia tomando en cuenta que me divertí como
una enana. Además, gracias a ese film me di a la tarea de inmiscuirme de nueva
cuenta en el mundo creado por Doyle y entre los espacios de horas libres que
tenía en la escuela de Biología me colaba en la biblioteca de la universidad
para leer por primera vez Estudio en
escarlata y por segunda vez El
sabueso de los Baskerville, además de un par de casos incluidos en Las Aventuras de Sherlock Holmes.
Aquello fue en el año 2009. De hecho, antes que la serie de la BBC fuera
estrenada un año después, tuve la oportunidad de ver un par de episodios de
aquel mítico programa de Estudios
Granada protagonizado por Jeremy
Brett y David Burke, que si mal
no recuerdo, incluían los episodios Escándalo
en Bohemia y El carbunclo azul,
además de la película El secreto de la
Pirámide.
Después llegó Twitter (septiembre del 2009)
y después llegó Sherlock (julio del 2012).
Tengo ese orden muy metido en la cabeza
porque era domingo, temporada vacacional, estaba lloviendo y tenía el
aburrimiento enmarcado en la cara, además de una flojera bestial para usar
Twitter, sin embargo empezaban a desfilar por mi timeline las primeras
impresiones que la gente estaba teniendo del episodio estreno en ese momento.
Desconozco totalmente por dónde seguían la trasmisión en vivo, o si para aquel
entonces ya contaban con medios para descarga el episodio y disfrutarlo con
tranquilidad, pero entre el inglés y el español y tweet incongruentes de usuarios
que parecía bastante emocionados por la nueva serie, me hicieron volver a
sonreír frente a la pantalla y recordar aquella experiencia del año pasado,
cuando los rumores eran sólo eso, rumores, y la idea de traer al siglo XXI a un
personaje tan clásico no me parecía nada bueno.
Tuvieron que pasar dos años más para que me
atreviera a ver Sherlock a
insistencias, no sólo de mi hermana @cmurua
y @afhyer, sino también de otros
usuarios en Twitter que estaban bastante convencidos de que era una de las
mejores series que había parido la BBC
en todos sus años de existencia y esas, para mí, eran palabras mayores. La
serie la tenía ahí, guardada en el disco duro de mi laptop durante meses
esperando el momento justo para ponerme a verla, y aquello ocurrió en febrero
del 2012. Parte de mi decisión para visionarla lo antes posible fue porque un
mes antes había terminado la segunda serie y sólo veía yo que por todos lados
llovían dos cosas sobre el último episodio: elogios y llantos.
Y aquello fue mi perdición.
Recuerdo que antes de poner play al
reproductor y acercarme el tazón de palomitas y el vaso de refresco me pregunté
cuántos minutos tendrían que pasar para enamorarme del programa, si es que eso
sucedía. Y, ehm, digamos que Sherlock rompió todos los récords.
Al ser una miniserie, las temporadas de
Sherlock son bastante cortas; cuentan con sólo tres episodios semanales de 90
minutos de duración. En lugar de episodios parecen películas, pero a la larga resultan
mucho más consecuentes y productivos. Eso sí, entre temporada y temporada pasa
bastante tiempo. De la primera a la segunda hubo un lapso de quince meses y de
la segunda a la tercera la espera se alargó dos años. Tomando en cuenta la
enorme cantidad de proyectos que le han caído tanto a Benedict Cumberbatch (Sherlock Holmes) como a Martin Freman (John Watson) es totalmente comprensible la espera.
El problema es cuando la serie se caracteriza precisamente por los finales
cardiacos de los últimos episodios, sin embargo también es verdad que son esos
instantes antes de que el telón baje lo que mantiene al fandom lo
suficientemente activo y vivo hasta que la nueva temporada hace aparición.
La primera temporada (Serie 1) de Sherlock
consistió en los episodios A Study in
Pink, The Blind Banker y The Great Game, basados a su vez en las
historias de Conan Doyle: Estudio en
Escarlata, El valle del Terror y
Los planos del Bruce-Partington
respectivamente, pero adaptados libremente. La segunda temporada por otro lado
contó con los episodios A Scandal In
Belgravia, The Hounds of Baskerville
y The Reichenbach Fall basadas a su
vez en Escándalo en Bohemia, El Sabueso de los Baskerville y El Problema Final. Finalmente la
tercera temporada contará con The Empty
Hearse, The Sign of Three y His Last Vow basados en La Casa Vacía, El Signo de los Cuatro y Su
Última Reverencia.
Curiosamente semanas atrás me he topado con
la transcripción de un discurso que Mark
Gatiss (co-creador de Sherlock junto con Steven Moffat) dio a la Sociedad
de Sherlock Holmes de Londres en el año 2006 donde hablaba de una
conversación que tuvo con Moffat sobre lo fantástico que sería hacer una
adaptación del famoso detective victoriano para las nuevas generaciones. La
idea se antojaba atrayente, pues los tiempos y las circunstancias se prestaban
para ello, empezando por el leve hecho de que Reino Unido tenía ya un par de
años mandando soldados a Afganistán en una guerra mucho más cruenta que aquella
donde el doctor John Watson de Doyle prestó servicio. Es sólo un pensamiento, un principio, señala Gatiss en el discurso,
pero la idea ya estaba ahí. Yo supe de esta conversación varios meses atrás. En
todas aquellas entrevistas donde el dúo aparece generalmente sale a relucir ese
viaje de tren que ambos compartieron en el que hablaron largo y tendido sobre
la idea de crear a un Holmes moderno; sin embargo, nunca pensé que Gatiss lo
había expresado en público. El resultado que vemos, después de tantos años, es
por lo tanto maravilloso; sobre todo por el respeto con el que el personaje fue
tratado.
Antes de ver la serie por primera vez ya me
había culturizado de Holmes de nueva cuenta. Historias cortas como Las cincos semillas de naranja, La banda de lunares, La finca de Copper Beeches o La liga de los Pelirrojos, habían
pasado por mis ojos en más de una ocasión. Recuerdo incluso haber leído Estudio en Escarlata por segunda vez un
día antes de ver A Study in Pink.
Extraordinaria decisión.
Sherlock
está a millas de distancia de cualquier escrito de Conan Doyle. No es que sea mejor o peor, es sencillamente que los
parámetros para que ambos materiales sean medidos ni siquiera coinciden; pero eso
sí, por cada diferencia que el show ha hecho a la obra del autor existe otra
similitud que lo mantiene a raya para ser capaz de distinguir a cada personaje con
una certeza agradable, y los detalles y guiños se cuelan entre escena y escena
como un hermoso homenaje.
En las semanas siguientes —y aprovechando
el inminente estreno de la tercera temporada— he decidido hacer un análisis de
cada uno de esos nueve episodios, tres de ellos aun sin trasmitir;
probablemente el trabajo me llevará meses y estoy seriamente pensando en crear
una sección arriba exclusivamente de la serie, porque si no saco todo el hype
que tengo metido en la cabeza probablemente explosionaré y no podré recuperarme
en mucho tiempo. ;)
Así que aquí empecemos, 24 horas antes de
la trasmisión de The Empty Hearse en Reino Unido.
THE GAME IS BACK ON!