28 may 2014

THE LEGO MOVIE (2014)

He sido fan de LEGO toda la vida y no tengo motivos especiales para serlo. Es decir, nunca he tenido un set original de la compañía danesa y ni siquiera he experimentado armar algo con las piezas de construcción que se venden por separado. Además, estoy muy segura que los DUPLO con los que jugué en mi infancia ni siquiera eran originales. Eso no me impide confesar que, desde que abrí mi cuenta en YouTube tenga, mínimo, unos 20 canales relacionados con LEGO que veo casi a diario. Canales de personas de todo el mundo que ven esto como hobby o un estilo de vida. Gente que tiene una ciudad entera construida con los sets preciosos que están a la venta en cualquier lado. Es genial ver los time-lapse donde construyen la Estrella de la Muerte o el Empire State y darse cuenta que es posible que sean disfrutados tanto por niños como por adultos. Si a mí me sobrara el dinero a borbotones y tuviera un lugar dónde guardar joyitas como estas pues miren, me atiborraría hasta el clóset de tanto monito amarillo, lo juro.

Así que, cuando me enteré que se iba a estrenar una película basada en las series de LEGO, le dije sí al instante. Muy poquito me importó de qué trataría, cómo se manejaría la trama o quienes serían los protagonistas; si me ofrecían algo bonito y gracioso para mí seria interesante. Pero claro, para los verdaderos amantes de LEGO las exigencias serían un poquito más elevadas; es lo justo.

Apenas hace tres día me puse a ver la película y EHM, QUIERO DARLE UN SÍ TOTAL Y BENDECIRLA. EVERYTHING IS AWESOME! Sé que esta es la frase más trillada sobre la película y probablemente ha aparecido en cada review positivo que han hecho de ella, pero qué maravillosa forma de definirla, ¿eh? Se lo merece. El personaje principal, Emmet, no podría ser más perfecto (y original), pero también es una mediocridad andante y eso también se agrade, sobre todo porque resulta a veces bastante cansadito que el héroe infantil siempre se lleve unos aires de perfección difíciles de creer. Emmet, en su condición de constructor, logra confundirse con esa multitud que le rodea y no necesariamente lo acepta, cosa que parece no entender al principio porque vive en una sociedad orwelliana donde todo es perfección y alegría pero también es monitoreada y vigilada extenuantemente por Lord Business, un tirano perverso cuyo único motivo en la vida es abolir la diversidad, la originalidad y el individualismo para que todo sea tal y cómo él lo deseé. Y los ciudadanos lo aceptan, así sin más. Wyldstyle, por otro lado, le da el toque femenino post moderno, alejado de toda princesa con uñas pintadas que se asome por cualquier cuento de hadas, y le da mil patadas giratorias sin apenas despeinarse el cabello. Mientras que Bad Cop/Good Cop se burla con ternura de la dupolaridad absurda de que ciertas figuras de LEGO vienen en realidad con dos cabezas para darle gestos diferentes a un personaje en particular, más acorde con lo que se quiera jugar en su momento. Vitruvius, por otro lado, se lleva muchísimas palmas porque su papel igual te hace reír, reflexionar o llorar y tiene también sus momentos de gloriosa divinidad, tal y como Morgan Freeman ya nos tiene acostumbrados. Para cerrar el círculo también tenemos a Unikitty, una rareza animal que al parecer es un unicornio mezclado con un gatito a la que el mundo le parece de colores, arcoíris y purpurina. Todo un contraste tremendo frente a Batman, un trollazo-clásico personaje que sólo acentúa dos milímetros la oscuridad de su pasado y la vierte allá donde va (cuando construye sólo utiliza piezas negras… y algunas veces gris oscuro). Benny, 1980-something space guy mantiene orgulloso todo el optimismo desbordante de la época a la que pertenece y su sonrisa absurda, junto con su sueño frustrado de construir una nave espacial, logran hacer que simpatice con un público que se atiborra de cuento personaje es posible colar entre escena y escena (Superman, Linterna Verde, La Mujer Maravilla, Metal Beard, Abraham Lincoln, Gandalf, y un laaaargo etcétera).

Lo que más me ha gustado de la película es que no te la pasas riendo como imbécil de principio a fin, y no es que eso te importe demasiado. A veces no se trata de cuántos veces te ríes del chiste sino cómo te lo están contando y The Lego Movie logra ese interesante balance entre la risa y la historia; un equilibrio que prevalece hasta el último minuto. Porque eso sí, lo mejor sucede al final (SI NO QUIEREN SPOILER DEJAR DE LEER AQUÍ): el mensaje de la compañía llega ahí, cuando se desvirtualiza la historia y se revela que todo lo que hemos visto ha nacido de la mente de un niño. ¿Cuántos de nosotros no vimos nuestra infancia proyectada ahí? ¿Cuántos de nosotros no soñamos de pequeños con construir un universo entero de fantasía con aquellos bloques de colores? Sin embargo, no es sólo inventar la historia, sino darle sentido a cada personaje. La adaptación del entorno del pequeño y su forma de proyectarla a la fantasía. Llama a Maestros Constructores y superhéroes para que le ayuden a asimilar su realidad. Una realidad absurda que se cuela entre la incomprensión de no saber por qué su padre no le permite jugar con… juguetes. Irónico y absurdo, el final logra sacar una lágrima cuando Emmet, en su mundo y el niño en el suyo, logran recapacitar a esas mentes adultas prodigiosas para traerles al presente aquello que tanto amaron de pequeños: la capacidad infinita de crear lo que sea, cualquier cosa, con aquellas icónicas piezas de colores sin la necesidad de seguir las reglas o siempre mirar el manual. ¡Mil aplausos a The Lego Movie! :)        

25 may 2014

THE MENTALIST: final de temporada (opinión personal)

Simon Baker, Owain Yeoman, Rubin Tunney, Tim Kang y Amanda Righetti. 
Si alguien me hubiera preguntado hace siete meses cuál era el futuro que le veía a The Mentalist después de la captura de Red John habría dicho que ninguno. Pongámonos un poco rigurosos y vayamos más allá: también habría protestado un poco, negado con la cabeza reiteradamente, suspirado hondo y tragado saliva con renuencia al ver que en realidad la captura del asesino sería a mitad de temporada, rompiendo con ello todos los códigos establecidos anteriormente por otras series de televisión que absurdamente nos acostumbraron a lanzarnos lo mejor para el final. The Mentalist estaba jugando a todo o nada, y las consecuencias podían ser desastrosas. Una ruleta rusa en la que sólo se tenía una oportunidad de participar y un solo disparo por hacer; por suerte, para Bruno Heller y compañía, la bala sencillamente no estaba ahí.   

Hace ya algún tiempo, llegué a pensar que el show habría alcanzado un clímax insuperable allá por la tercera o cuarta temporada, y que a partir de ahí todo se inmolaría por un precipicio donde, más tarde que temprano, terminaría disolviéndose en nada. En honor a la verdad puedo decir que no me equivoqué del todo. Después del épico final ofrecido en el episodio Strawberries and Cream II (03.24) las cosas se torcieron de tal manera que todo se complicó; pero no sólo eso, la serie cambió de matices y el entorno se transformó en algo oscuro (muy oscuro). Para la cuarta y quinta temporada, esa pesadez en el ambiente se coló con saña sobre cada caso que aparecía en pantalla, y la antipatía creciente de su personaje principal opacaba todo lo que se nos ofrecía para contrarrestar eso. No es de extrañar entonces las razones que yo tenía para creer que The Mentalist estaba cavando su propia tumba e inevitablemente enterrándose lentamente hasta asfixiarse a sí misma.

Aquello fue algo triste de ver, porque si la serie brilló por tanto tiempo fue por el carisma desbordante del protagonista y esa doble moral que envolvía su propia esencia. Patrick Jane nos acostumbró a verlo siempre con una sonrisa en el rostro, una taza de té en las manos, y el chaleco de su traje siempre puesto sobre su camisa. Cuando la sonrisa se fue y sólo nos quedó el té, el personaje quedó incompleto. Independientemente que ese haya sido el destino que él siempre buscó, el shock para el público no sería por eso menos evidente. Conforme la quinta temporada avanzaba, la trama se oscurecía, y Red John se salía con la suya una y otra vez frente a los ojos de una autoridad incompetente y corrupta, comencé a preguntarme si valía la pena continuar viendo una serie que posiblemente jamás podría encontrar la brillante esencia de sus primeros años. Los casos del inicio rozaban una luminosidad absurda, no porque fueran bonitos (faltaba más), sino porque sabíamos con quién nos toparíamos al final del escenario: con el carismático —pero castigado— consultor del CBI que hacía hasta lo imposible por sacarte una sonrisa después de resolver un crimen.


La oscuridad de Patrick Jane se fue estableciendo de forma permanente conforme su cercanía con Red John comenzó a marcarse. Fue algo que jamás pasó desapercibido para quienes le rodeaban. Teresa Lisbon, líder del equipo donde él trabaja (y probablemente la única amiga que tuvo después del asesinato de su familia), siempre se mostró bastante preocupada por ese camino sin retorno que el mentalista estaba tomado, pero poco podía hacer al respecto; la decisión de él fue decidida mucho años atrás. Sólo era cuestión de tiempo antes de que todo estallara. También merecen una mención especial la condescendencia de Grace Van Pelt, la empatía de Wayne Rigsby y la rigurosidad de Kimball Cho porque, a pesar del giro vertiginoso que se respiraba en el ambiente, jamás abandonaron a su colega. Incluso al final, terminaron manchándose las manos de sangre enemiga. Pero nunca lo dejaron solo. Aunque en el proceso pusieron en riesgo su vida, su carrera profesional y su cordura mental, siempre procuraron cubrirle las espaldas ante cada tropezón que daba y cada fallo que cometía, que fueron muchos y a todas horas.  

Esto nos lleva de lleno a la sexta temporada, dividida en dos partes y con matices diferentes. Antes y después de Red John. Antes rojo y hoy azul. La premisa que The Mentalist siempre nos ofreció fue sencilla: un ilusionista que durante muchos años ejerció como psíquico decide ir tras un asesino serial después de que éste asesinara a su esposa y a su hija para develar la farsa en la que se sustentaba su jugoso negocio. Esta última temporada conjuga todos esos detalles desperdigados a lo largo de toda la serie y por fin hoy pueden dar sus frutos. No es de extrañar entonces que los ocho primeros episodios de esta última entrega nos hayan llevado por un camino trépidamente y críptico (más por la incógnita y el factor sorpresa, que por otra cosa) que nos dejaron sin aliento en The Great Red Dragon (06.07) y llegaron a su máximo esplendor con Red John (06.08), dejándonos pegados a la pantalla hasta el último minuto. Ambos episodios, que podrían verse como un todo, consiguen estremecer más que algunas de las temporadas pasadas completas, renovando con ello una serie que parecía sumirse en un agujero negro del que jamás podría brotar de nuevo la luz. Pero nos equivocamos. O me equivoqué. The Mentalist renació, y lo hizo de una manera esplendorosa, muy acorde con el personaje que busca eximirse de su propio pasado.

Al final, Patrick Jane consiguió lo que quería. Al final, estuvimos de acuerdo con eso. Porque si hay algo que siempre estuvo presente desde el principio fue la perversidad de un asesino a sangre fría. Metódico y narcisista. Frívolo hasta erizarnos la piel. Con esa grotesca vocecilla entre la que se colaba de vez en cuando algún verso de Blake, y cuyo rostro sonriente hecho con sangre de sus víctimas evocaba de forma horrorosa la imagen del rostro feliz con las que Hunter Jesperson concluía sus misivas criminales unas décadas atrás. La venganza de Jane nos supo dulzona gracias en parte a los hechos tan perversos que tuvieron lugar en episodios anteriores y que terminaron por crear un atiborramiento intolerable cuando Red John se metió con Teresa Lisbon. Los espectadores no fuimos suficientemente insensibles como para no percibir aquel dolor que brotaba del rostro del consultor al ver la marca del asesino sobre el rostro inconsciente de su compañera. Hay cosas que sencillamente jamás se deben hacer, querido John.  

La cacería emprendida por Patrick Jane concluyó la temporada anterior con una disminución considerable en el número de sospechosos —todos aquellos a los que alguna vez les estrechó la mano— y el número icónico se asomó como conejo en el sombrero de un mago: siete. Número peculiar y decisivo, dejando de lado algo demasiado obvio, como le hecho que el episodio donde los candidatos son acorralados en el antiguo hogar de él sea precisamente el número siete y se titule The Great Red Dragon, esto en realidad es una remembranza específica a un pasaje bíblico del Apocalipsis que señala la presencia de un gran dragón rojizo que tenía siete cabezas (Ap. 12:3-4) y que, a su vez, inspiró el lado creativo de William Blake en el ámbito de la pintura, dejando un legado de cuatro imponentes y estremecedoras obras nombradas exactamente igual que el episodio en cuestión.

Serie de pinturas del Gran Dragón Rojo de William Blake.
La develación de la identidad del criminal no podía suceder en un mejor lugar. A su manera, el mutismo atronador que se respiró dentro de esa iglesia sirvió para crear un escenario asfixiante, donde la revelación del detestable asesino golpeó más fuerte al espectador de lo que en un principio se previó, exigiendo con ello una atención total al entorno por el giro argumental que se retuerce sin piedad cuando Gale Bertram cobardemente niega ser Red Jonn (tampoco es que su mediocridad haya estado a la altura, ¿verdad? Lo mencioné antes por aquí). Es aquí donde Thomas McAllister se lleva una ronda de aplausos tremenda, por llevar su papelazo de sheriff despistado hasta el último minuto, sólo para regurgitar sin piedad su doble personalidad junto a esa vocecilla hostigadora y arrogante. Red John es todo lo que Patrick Jane señaló; eso y más. Por eso estremece tanto, quitándonos el aire por unos segundos que se sienten eternos, sobre todo cuando uno recuerda cada instante en el que el jodido McAllister asomó su cabeza y ofreció sus servicios entre episodios que hoy resultan asquerosos, específicamente por todo lo que ese hombre representa.   

Al final, nuestra empatía gira en torno al bueno de Jane, que a estas alturas sólo quería un poco de justicia por su propia cuenta, ¿y saben qué? Se lo merecía. Sí. Porque ya muchísimo había soportado de parte de los plastas incompetentes del CBI y su corrupción, junto con los miembros de la Asociación Blake, como para que además tuviera que dejar en las manos de la deficiente ley californiana la vida del asesino de su familia. Red John muere asfixiado por Patrick Jane en una muerte que supo a gloria. Y a partir de ahí todo se iluminó. The Mentalist renació cuando Red John salió del radar. Era algo que simplemente no me esperaba. Pensé que al obtener el resultado deseado, Jane seguiría con su vida fuera de cualquier grupo policial que se le pusiera encima pero oye, después de dos años vagando como perro por Sudamérica y descubrir muy en el fondo que eso de resolver crímenes se le da de maravilla, decide escalar quince centímetros más y pasar directamente al FBI  como si fuera la cosa más fácil del mundo. Bueno, para él lo fue... Hay gente que siempre tendrá ciertos privilegios.

Es a partir de My Blue Heaven (06.09) donde el cambio se percibe, pero no es tan notorio sino hasta que Green Thumb (06.10) se cuela con una confiada soltura, como si el giro de 180° que acabara de dar la serie fuera poca cosa o hubiera sido algo que siempre estuvo planeado. De esa manera, algo que pensé que no funcionaría resulta enriquecedor y entretenido, agregando con ello una nueva dosis de personajes regulares cuya personalidad logró cubrir cualquier hueco que la entrañable presencia de Van Pelt y Rigsby inspiraba antes de su salida definitiva. Kimball Cho se queda para mantener el equilibro entre el nuevo equipo y el viejo sin que nos parezca demasiado extraña la trasformación del entorno de trabajo. Dennis Abbott, el primero odiado y después amado agente especial del FBI, sirve como supervisor y guía en la nueva travesía del protagonista, y es quien, al final, logra reclutarlo con mil condiciones especificadas en una servilleta sucia que tarde que temprano tuvo que cumplir a regañadientes. Kim Fischer, por otro lado fue el anzuelo que logró sacar del anonimato a Patrick Jane después de que ni siquiera Lisbon accediera a dar la ubicación exacta de su auto exilio. Y luego tenemos al simpático de Jason Wylie, el nerd de la familia, capaz de derretirse al primer Tamagochi que le pongan enfrente.


La formula funciona no porque hayan sustituido a aquellos que salieron, sino porque la trama avanza. No se quedó atascada en un limbo infinito ante la ausencia del antagonista principal. Seguramente sabremos de la Asociación Blake más adelante, pero por el momento el rumbo que ha tomado el programa en general resulta atractivo para aquello que pensábamos que el callejón sin salida en el que se había metido ­—al matar al enemigo a mitad de temporada—, estaba a punto de eliminarlo de la parrilla televisiva. Por suerte los productores apostaron por lo diferente, y eso le ha otorgado a The Mentalist la renovación por una temporada más (aun no sé si estamos hablando de una monstruosidad de 23 episodios o simplemente media temporada). Renovarse o morir. Por suerte eligieron lo primero y su destino a corto plazo ya ha sido marcado, porque la audiencia ha respondido aun a pesar de la montaña rusa que ha sido toda la sexta temporada en general.

Y ahora hablemos de Patrick Jane y Teresa Lisbon. Decir que esto no lo veía venir desde lejos sería decirles una mentira. No estoy yo aquí para decirlo ni ustedes para escucharlo, pero la decisión que tomaron los productores de la serie ha sido ENORME, y debe de quedar muy en claro la situación en la que han posicionado a ambos personajes porque es un viaje sin retorno, y a su vez tan delicado, que cualquier decisión mal tomada mandaría por la borda una relación que promete muchísimo por las circunstancias que la llevaron a materializarse definitivamente después de tantos años.  

La opinión popular señala que los amores platónicos y las tensiones sexuales son positivas mientras existan. Una vez que esta frágil pero resistente barrera se desmorona, haciendo que desemboque en un romanticismo oficial, el interés que representa el show se esfuma, como una pompa de jabón que revienta en el aire al primer contacto con una superficie. Hay un origen específico de este fenómeno y decenas de ejemplos para corroborarlo: se le conoce como el efecto Moonlighting y sus consecuencias son perfectamente conocidas entre los amantes de las series de televisión. El título hace referencia al show de los 80’s creado por Glenn Gordon Caron cuyo éxito se disolvió apenas decidió unir a sus personajes principales sin limitaciones de por medio. La calidad de los episodios decayeron estrepitosamente junto con su audiencia y, un par de temporadas después, el show fue cancelado sin remordimiento alguno (tampoco es que haya podido dar más de lo que ya había ofrecido). La formula se repitió de manera desastrosa con otro show de tintes detectivesco que también se asomó por la parilla televisiva hace treinta años, gozando de cierta popularidad entre el público estadounidense: Remington Steele. De hecho, la serie protagonizada por Pierce Brosnan y Stephanie Zimbalist se estrenó tres años antes que Moonlighting, sin embargo, no sería sino hasta la cuarta temporada cuando los protagonistas consumarían su relación, dándole tiempo a Bruce Willis y Cybill Shepherd de bautizar la maldición.

Teresa Lisbon y Patrick Jane.
Esto me recuerda a un video que ronda desde hace algunos años en YouTube. En un panel del 2009 dedicado a The Mentalist, se le pregunta a Simon Baker (Patrick Jane) y Robin Tunney (Teresa Lisbon) si sus personajes algún día terminarían juntos. A su manera ellos se niegan a creerlo, en parte porque es ese su trabajo. Afirmar que probablemente sí se materializaría su relación de manera oficial o el simple hecho de especular positivamente sobre el tema, dejaría al descubierto cierto interés en ello y la audiencia obtendría una respuesta que saciaría sus ideas. Nunca es bueno saciar ideas, pero llevar la incógnita hasta el final sí; y ellos lo hicieron de maravilla. Sin embargo, no es el video en sí lo que me llamó la atención, sino ciertos comentarios que tratan de refutar la argumentación de Simon Baker sobre el efecto Moonlighting, anteponiendo ejemplos específicos de series que se salvaron del fracaso televisivo después que sus protagonistas se juntaron. Mencionan mayoritariamente dos casos en especial: Bones y Castle, señalando que estos show han continuado con un éxito establecido a pesar del rumbo de sus personajes. Pero cuidado, estamos hablando de casos totalmente diferentes y resultaría a todas luces absurdo pretender que, si eso funcionó con Bones y Castle, la jugada también funcionará con The Mentalist.    

The Mentalist es un drama policiaco, así a secas. Podrás reírte en uno que otro episodio pero en general es una serie oscura que se sostienen bajo el argumento de un personaje cuya familia fue brutalmente asesina por un criminal sin escrúpulos. Por otro lado, Bones y Castle se mueven por caminos muy parecidos y entran dentro de lo que se conoce como comedia dramática, el primero de tintes criminalísticos y el segundo de tintes policíacos. Sin embargo, la pesada carga emocional del show de la CBS no aparece ni en el programa de la FOX ni en el de la ABC y por lo tanto no complica tanto la actitud de los protagonistas.

No hablaré de Bones ya que dejé de verla cuando iba en su tercera temporada, así que desconozco cómo Booth y Brennan terminaron juntos, pero llegué a conocerlos lo suficiente como para saber que no son en lo absoluto como Jane y Lisbon por lo que cualquier punto de comparación se pierde. Por otro lado, visualice Castle (ya hablaré de su season finale cuando vea los 13 episodios que me faltan) casi a la par que The Mentalist, así que nadie me va a venir a decir a mí que, si la formula perfecta de Rick y Kate funcionó en el show, también lo haría la de Jane y Lisbon. Castle es una historia de amor, así nos la han vendido desde el principio, así es como hemos sido premeditados a creerlo. La tensión sexual no resuelta estuvo ahí desde el piloto y todos sabíamos que era cuestión de tiempo antes que terminaran unidos en besos y abrazos. Richard Castle y Kate Beckett han sido una pareja permanente desde siempre, los productores lograron crear un balance entre sus vidas profesionales y privadas para que supiéramos justo lo necesario sin que su relación nos pareciera cansina. Además, cabe mencionar la labor titánica entre cada temporada para lograr que ambos personajes encajaran a la perfección; desde el vestuario de ambos que rayaba la uniformidad, hasta la sincronía absurda de sus movimientos entre escena y escena, sin contar la desbordante personalidad de los dos (tan distintos entre ellos) y lo preciosos que se ven juntos cuando aparecen en el mismo frame. Fue eso, precisamente, lo que nos llevó de la mano a uno de los finales de temporada más perfecto y romántico que he visto últimamente con el maravilloso episodio Always (04.23) y que continúa aun en la actualidad, después de ver que la química entre el escritor y la detective evoluciona de manera maravillosa a pesar de su compromiso.

@snappytoes
Pero The Mentalist es muy diferente; con unas tonalidades de grises imposibles de visualizar en un solo episodio de Bones o Castle, ya ni hablar del protagonista mismo, que roza todos los límites de la moralidad establecida. Patrick Jane es un personaje psicológicamente dañado hasta límites inimaginables que trata de esconder su dolor bajo un optimismo hipnótico y una personalidad embriagadora, pero eso no cambia lo que es en realidad: un hombre obsesionado por vengar a su familia, cegado por el dolor que, de una u otra manera, lo llevará a tocar fondo para quedarse hundido en él o para transformarse totalmente hasta renacer en una nueva persona. Todo esto inunda y desborda las primeras cinco temporadas sólo para culminar en la primera parte de la sexta, cuando él mismo asesina a Red John con sus propias manos, en una actitud vengativa que resulta aterradora incluso para quienes creíamos que era una buena idea. Quizá la oscura personalidad de Jane sólo fue equiparable a la de su propio némesis, otorgándole a ambos la terrible simetría que mencionaba Blake en sus poemas.

Notando una constante a lo largo de todo el show nos daremos cuenta que la vida personal del mentalista estaba sumida en un limbo eterno en el que no se avanzó absolutamente nada durante una década entera. Si, hubo mujeres por aquí y por allá, quizá sólo tres dignas de mención, pero jamás hubo una relación oficial que le orillara a reflexionar sobre su vida y, de paso, diera un giro al obsesivo entorno que lo estaba consumiendo para mal. Para él era importante clausurar de forma definitiva el caso de Red John, de esa manera podría continuar adelante sin sentir la presión del fracaso acosándolo desde su conciencia. Una vez retornado del exilio autoimpuesto, buscó descubrir quién era y qué podía hacer con los trozos que quedaron de lo que fue. En este nuevo panorama, Teresa Lisbon es la única que pudo presumir de mantenerlo a raya, tal y como lo había hecho durante diez años y Jane lo sabe (de hecho, si ella no podía trabajar para el FBI, él tampoco lo haría). Es también ella quien conoce lo mejor y lo peor de él, quien lo ha defendido de tantos conflictos y procesos legales que resultarían absurdos recordarlos todos. Fue Lisbon quien estuvo a su lado durante sus días más oscuros y no se movió ni un centímetro cuando otros no dudaron en abandonarlo. Al final, fue sólo ella quien lo aceptó tal y como era, con su actitud infantil, su arrogancia, sus pretensiones, sus boberías, sus absurdos trucos que rozaban cualquier límite legal y su capacidad de usar a la gente para evadir la realidad. Fue eso también lo que provocó el conflicto final entre los dos. Ella se sintió usada y humillada, preguntándose a sí misma si algún día él podría ser un hombre decente.

¿Lo amaba desde hace tiempo? Por supuesto que lo amaba (y él la amaba a ella), eso era demasiado obvio, incluso para mí, que temí por un futuro en el que no estuvieran juntos, pero Lisbon tenía sus motivos para no expresar en palabras lo mucho que lo quería, porque ¿qué clase de persona es en realidad Patrick Jane si siempre está escondiendo su personalidad de todo aquel que se acerque a él? Aquí estamos hablando de dos personajes peculiares que se apoyaron mutuamente durante demasiado tiempo, pero ninguno de los dos se atrevió a dar el paso definitivo sino hasta éste final de temporada, que se la jugó a todo o nada en las últimas escenas, y terminó con un cierre perfecto entre una pareja que ya merecía un poco de justicia propia. Hay que tomar en cuenta el nuevo panorama ahora que el camino ha sido trazado. El final que nos otorgaron hace una semana iba a servir como clausura definitiva de la serie, pues la producción no sabía si serían renovados para una temporada más, decidiendo con ello darle a los fans lo que sentía que merecían por mera fidelidad durante tantos años. Sin embargo, este mayo se anunció que la CBS renovó para una séptima entrega y es aquí donde la cosa se pone interesante. Es aquí también donde otros show han perdido el encanto (Moonlighting, Remington Steele) y otros se reivindican para mantener una audiencia sólida mientras la calidad argumental de sus episodios no disminuya, porque al final el asunto es así: no existe ninguna maldición, ninguna fórmula para el caos. El rompimiento del amor platónico para transformarlo en romanticismo no es necesariamente sinónimo de mediocridad cuando es mostrado de una forma equilibrada con una producción inteligente. Y los responsables de The Mentalist han demostrado que son capaces de virar de rumbo sin perder la esencia misma de su personaje principal, que al final es quien mantiene a flote este barco que por momentos parecía hundirse sin remedio. La clausura de esta sexta temporada nos otorga el privilegio de ver el camino que se inicia justo donde Blue Bird (06.22) termina. Será bastante interesante ver la evolución de la relación entre Jane y Lisbon a partir de los nuevos casos, y cómo afectara esto su propio trabajo porque créanme, no será lo mismo. Mientras eso sucede nos quedamos con un descanso de, mínimo, siete meses, así que saquen sus camas de dormir e hibernemos hasta final de año soñando con ese beso que supo al azul más intenso, ¿no? ;)  

24 may 2014

Un mosquetero llamado D’Artagnan...

D'Artagnan. (Diciembre 2013)
Hubo un tiempo en que un mosquetero de uniforme negro custodio sin descanso las puertas de un falso castillo de mi patria. En realidad no era un castillo, era una casa. Y no era un mosquetero, era un perro. Hembra, para ser más exacto. Pero su nombre siempre fue así, D’Artagnan, como el icónico personaje creado por Alexandre Dumas siglos atrás.

D’Artagnan llegó con la muerte pintada en su carita y la agonía ciñéndole cada centímetro de su cuerpo. Su piel desnutrida y sus llagas abiertas llenas de moscas y de pus le acompañan allá donde se movía (cuando podía moverse, claro, porque la falta de grasa le permitia caminar sólo un par de metros antes de quedar tirada en el frío asfalto decembrino). Llegó de ningún lado y se quedó allí donde la calidez se sintiera más gentil. Allí donde el frío no doliera tanto o donde las bolsas de basura estuvieran a su altura para que al romperlas no le doliera su frágil mandíbula ni sus patas delanteras. Yo la vi agonizando con una súplica en la mirada que jamás he visto en ningún otro ser vivo. La vi moviendo el rabo con alegría cuando me acerqué a acariciarle su esquelético lomo, a pesar de que su cuerpo llevaba muerto mucho tiempo. Cansado del abandono humano, colapsado sobre su propia miseria.

Le ofrecí un plato de comida y un vasito de agua, un pedazo de sombra para que pudiera caer muerta sin que el sol también ciñera sus garras sobre su cansada alma… Y luego esperé a que muriera. Fui paciente. Un día, dos días, tres semanas, cuatro meses. Un plato de comida, un vaso de agua. Dos veces al día, tres veces al día. Vitaminas. Croquetas baratas. Más agua. Pero ella no murió. Las llagas empezaron a sanar y las heridas infectadas comenzaron a remitir cuando las defensas de D’Artagnan aumentaron lo suficiente como para deshacerse de la diarrea crónica y las pululantes moscas. Ella me ofreció tres siglos de fidelidad por cada plato que puse frente a su boca, mil años de guardia por cada vaso de agua que puse a su altura, un millón de movimientos de rabo por cada palito de carnaza que le lancé por la ventana. Aquel día en que mis padres me dijeron que no podía adoptarla escribí en este blog los tres puntos suspensivos más dolorosos que he escrito en la vida, me tiré en mi cama y lloré. Lloré y lloré por todo lo que jamás podría hacer por ella, por todo lo que se le negaría ahí afuera, por todo lo que jamás podría ofrecerle en su condición de callejero. Pero jamás la abandoné. Jamás la abandonamos, ni mis padres ni yo. Durmió al ras de alacranes, en noches frías y días lluviosos, rompió tantas bolsas de basura como le fue posible y fue atropellada una vez por una unidad de una autoridad policial que ni siquiera se detuvo para ver el crimen cometido, pero ella siempre resistió, siempre de píe, con el ladrido en el hocico y la aventura en su regordete rostro de Labrador. Mansa en el dolor y fiel en madrugadas peligrosas.

Pero no tenía ningún hogar, seguía sin tener techo, ni dueños permanentes, alguien que le acariciara ahí donde se posó la muerte cuando yo no podía hacerlo. Existen ángeles que nacen con capas y capas de pelo, que caminan con cuatro patas y ladran en lugar de cantar. Uno de ellos se llamaba D’Artagnan. Y era un mosquetero. Y era hembra. Y fue callejera. Y un día, de repente, consiguió un hogar. Mi entrañable D’Artagnan, con dos meses de embarazo y seis perritos metidos en la barriga, fue adoptada por otros ángeles imperfectos, esta vez humanos, personas gentiles que merecen, sólo por ese acto, un noble lugar en el cielo de la gente buena.

Lo que hice con esta perrita es probablemente una de las mejores cosas que he hecho en la vida. Juré no escribir nada aquí sobre ella hasta que hubiera un motivo digno que me llevara a la felicidad absurda de verter en palabras toda aquella incertidumbre que tuve por cada día que vivió ahí afuera. Este pegostito de vida ha sido uno de mis mayores éxitos, y una prueba irrefutable de lo que somos capaces de hacer cuando nos ayudamos unos a otros. D’Artagnan fue querida por muchas personas en este barrio, e incluso por otros que pasaban de vez en cuando. Vecinos de buen corazón que me hacen volver a tener fe en una sociedad que muchas veces deja pasar demasiadas injusticias. La vida de D’Artagnan no fue salvada únicamente por mí ni por mi familia, sino por un puñado de extraordinarios seres humanos que pusieron su granito de arena, demostrando con ello que aun existe bondad en el mundo. No puedo nombrarlos a todos, sería imposible, pero sé que ellos mismos conocen sus nombres, sé que ellos mismos saben lo que hicieron y quiero que estén consientes de lo extraordinario que son como individuos, independientemente si sólo se pararon para regalarle una caricia o preguntarnos cómo estaba.

No hice nada extraordinario por mi mosquetero, hice lo mínimo que esperaría de cualquier persona si algún día mi propia perrita se perdiera ahí afuera. Espero que haya miles de días felices para D’Artagnan a partir de hoy. Nunca olvidaré lo que fue, ni lo que era cuando consiguió un hogar. Ni su presencia, ni sus ladridos, ni sus lengüetazos, ni sus juegos. Fueron seis extraordinarios meses a su lado y fue un honor haberme topado con ella cuando moría en una de las zonas más transitadas de mi ciudad.

Mil gracias a todos aquellos que la miraron cuando muchos ignoraron su dolor. 

D'Artagnan, (abril 2014).

22 may 2014

Serenity: Leaves on the Wind (Opinión personal)

Como al parecer la depresión existencial que me cayó después de leer Un Mundo Feliz no fue suficiente, a los dos días decidí visualizar el fuertísimo documental Narco Cultura del israelí Shaul Schwarz sólo para terminar en un shock mucho peor que con el libro de Huxley, ajá. Si no lo han notado, yo me gano la vida pasando de un drama a otro y al final termino quedándome muy quitada de la pena sin que se me despeine la cabellera.

Para lograr salir de la absorbente crisis que traía sobre mi conciencia decidí recurrir a algo ligerito que me entretuviera por un momento sin que me hiciera perder tres palmos más de fe en la humanidad (porque sinceramente ya estaba muy harta de ese plan auto flagelante), así que rebusqué por las carpetas de mi laptop hasta que me topé con el manga de Shingeki No Kyojin y el cómic de Firefly. El primero trata de gigantes que comen humanos, así que automáticamente quedó postergado para un momento más oportuno, y el segundo… ¡pues es Firefly! ¿Qué cosa mala puede salir de ahí? Yo el mundo del cómic siempre lo he tomado con pinzas. Como es un terreno totalmente desconocido para mí no sé muy bien qué pensar todavía. Me siento demasiado novata al respecto. De hecho, los únicos cómics que he leído en la vida son precisamente los de Firefly que previamente han sido publicadas por Dark Horse, la misma compañía que actualmente nos trae este nuevo arco en la vida de los tripulantes de Serenity, y me ha parecido maravilloso darles un vistazo para ver de qué iba el asunto.

Supe de esta nueva obra en noviembre del año pasado. Quizá antes, pero me da algo de pereza rebuscar en Twitter para recordar como fangirlie como puberta me emocioné cuando lo supe. Como los cómic son mensuales y el primer número salió a finales de enero, imagino que por ahí ya ha de rondar el #4 (y tal vez el #5), pero aun no me he puesto en plan de búsqueda y rescate. Además, lo que vengo a traer por aquí son mis primeras impresiones en plan random, así que imagino que los tres primeros números son suficientes por el momento. Tendré que confesar que me sentí muy estúpida cuando descargué el primer número y comencé a leerlo de derecha a izquierda, como si se tratara de un manga. No me di cuenta que lo estaba leyendo TODO MAL sino hasta que iba como en la quinta página y estaba a punto de arremeter contra el engendro que creó algo sumamente incomprensible y lo puso a la venta. ¡Pero qué bella es mi vida, a que sí! :D


La serie Serenity: Leaves on the Wind comienza casi nueve meses después de los hechos sucedidos en la película, por lo que Mal y compañía se las están ingeniando hasta lo imposible para quedar fuera de los radares de la milicia por tiempo indefinido. El gobierno los está buscando en cada rincón del universo para que paguen por los disturbios provocados indirectamente en varios territorios de la Alianza; todos ellos relacionados con el tema del planeta Miranda, un bochornoso experimento secreto del pasado cuya revelación universal ocurrió gracias a ellos. La premisa, que en realidad es bastante trillada (ellos siempre están huyendo) se irá complicando conforme los números avancen hasta que, no sólo River esté en eterno peligro por el interés que el gobierno tiene por ella, sino también el resto de la tripulación. Aunado a eso, un grupo de jóvenes disidentes, que se hacen llamar La Nueva Resistencia, se levantan contra la autoridad para exigirles que responda por los crímenes cometidos en aquel planeta fantasma.

Serenity: Leaves on the Wind sería un buen capítulo de la serie si esta no hubiera sido cancelada. Tiene esos aires, ese estilo, esa estructura y ese desarrollo de la historia que tanto gustó ver en la pantalla chica. El equipo de Mal está de regreso, sí; pero más pequeño, y hay que confesar que eso encoge dos centímetros el corazón. Algunas cosas han cambiado tanto que cuesta un poquito adaptarse al nuevo giro que nos muestran, pero es algo que se termina superando a la primera bromita que se cuela directamente entre las viñetas. Además, hay tres cambios enormes en esta serie de cómics que vale la pena mencionar:

Para empezar, Zoë está MUY embarazada, es decir, a tres palmos de dar a luz. De hecho, quince páginas más adelante ya está en labor de parto y, saben qué, me parece maravilloso. Zoë se merecía a ese bebé más que nadie en el universo entero después de todo lo sucedido en Serenity y la pérdida de Wash. Si hay algo que siempre he admirado de esta mujer no es su estoicismo, sino su fortaleza. Es una guerrera, una soldado, una casaca marrón de los pies a la cabeza, y eso siempre se ha visto en cada decisión que ha tomado en su tortuosa travesía. Pero como la vida en el espacio también es perra, no pasó mucho tiempo antes que las cosas se torcieran demasiado como para que los lectores terminemos lanzando víboras por la boca de verla sufrir de nuevo. Pero ella resiste, como siempre ha resistido.

Y luego resulta que el bueno de Jayne Cobb se ha ido a buscar mejores horizontes. Claro, si por mejores horizontes podemos incluir aquellos lugares de harpías y ladronzuelos al por mayor; aunque a estas alturas ya todos sabemos que ese siempre ha sido su destino y le apasiona con una grosera morbosidad. Además, a regresado a su casa y me loleo mucho; no puedo evitarlo, sobre todo porque al parecer vive en la casa de su madre y va por la vida robando muy a lo descarado, importándole poquísimo la mínima dignidad que le pueda quedar en píe y oye, le va estupendo al personaje, ¿no? Muy congruente y todo xD. Ya, hablando en serio: la traición de Jayne (ni siquiera sé si llamarla así porque no conozco los motivos por los que dejó Serenity) se veía venir desde lejísimos. A lo largo de la breve vida de Firefly se colaron tales y cuáles escenas que insinuaban la insubordinación del ladrón y la poca fidelidad que le tendría a Mal todo el tiempo. Jamás sería una persona en la que el capitán pudiera confiar. Ariel (01.09) podrá no ser el mejor episodio de la serie, pero ese final me pareció soberbio. Sobre todo porque somos testigos de lo que Jayne es capaz de hacer sólo por dinero y, en contra punto ante esa actitud intolerable, vemos lo que Mal es capaz de hacer a aquellos que cometan el atrevimiento de atentar contra su tripulación. El capitán podrá pensar que es una pésima decisión tener a dos fugitivos de la Alianza arriba de su nave, pero jamás los abandonaría, ni mucho menos los entregaría por un poco de dinero. Ya sabemos que Mal vomitaría sobre los pies de cada miembro del gobierno antes de aceptar un solo centavo de cualquiera de ellos. Es una escena final que aplaudiré cada vez que la vea, porque se lo merece por los mil motivos importantes que hablan toneladas de estos dos personajes tan torcidos.

Y tenemos el tercer cambio; drástico, fuerte, fabuloso, magnífico y muy deseado: Malcolm Reynolds e Inara Sierra están juntos. OTP!!! OMS!!! HELP!!! SOZ!!! Ehm, o sea, ¿cómo podré poner esto en palabras coherentes sin que parezca una fangirl con problemas hormonales? Creo que no podré, así que mejor me doy por vencida desde ahora mismo, ¿ok? Vayamos por partes y con brutal sinceridad: Mal e Inara tienen una relación bastante ruda en la serie. Sí, aunque me miren feo. Y en la película también. Podemos culpar de ello a la tensión sexual no resulta — les juro por los dioses nuevos y viejos que jamás he visto una tensión tan pasional, basada en puras miradas y gestos, entre dos personajes tan ficticios xD—, pero lo suyo raya en la grosería. Es decir, era obvio que se amaban, pero lo aberrante que le resultaba a él la profesión que ella tanto adoraba, opacaba cualquier visión futura sobre el destino de ambos, que evidentemente jamás sería algo bueno. Digamos que tenían una relación complicada. Serenity: Leaves on the Wind no gasta viñetas en decirnos cómo terminaron liados (no hay tiempo para tanto) pero para eso existen los fanfiction ¿no? Es más, hay un fic en español que cumple perfectamente la función de ser un prólogo para este arco. Since I found Serenity es una historia escrita por @dryadeh y la narrativa es PRECIOSA, además se sitúa al poco tiempo de los hechos ocurridos en la película, así que para mí es headcanon total. Y como bonus extra nos da una versión bastante verosímil del motivo por el cual Jayne abandonó la nave.


Estos tres cambios enormes suceden entre los meses posteriores a lo descubierto en Miranda. Aunado a eso, el mensaje liberado por la tripulación de la nave y Mr. Universe, a los planetas de la Alianza, crean una serie de motines y protestas por parte de un grupo que se hace llamar La Nueva Resistencia y el gobierno no ha tardado en tacharlos de terroristas. Por esa misma razón los altos mandos deciden emitir una orden de captura a quienes puedan proporcionar el paradero de Serenity y su tripulación (con recompensa incluida). La Alianza no es la única que anda en busca de Mal, los chicos que provocan las revueltas también lo quieren entre sus filas, porque quieren convertirlo en su líder, y para dar con su paradero van en busca de Jayne. Es más o menos aquí donde se van torciendo las cosas, que evidentemente se resolverán en los dos últimos tomos, de sopetón, me imagino.

Mención especial a los maravillosos dibujos que han ilustrado las portadas de los cómics, eh. JOYAS. Algún día (sí, lo sé, siempre digo algo como esto) escribiré la reseña que Firefly se merece. Porque esto que escribí acá no cuenta. ¿Qué más puedo decir? He adorado los tres primeros números del cómic y ahora me ha picado el gusanito de este formato. Veré qué encuentro por ahí para saciar el hambre. Como ya mencioné al principio, Serenity: Leaves on the Wind, con los seis números de los que constará, es un episodio de Firefly con su principio, su desarrollo y su final, que espero, sea feliz. Las bromas están ahí, los guiños a la serie que nunca fue están ahí, viejos personajes que regresan para reclamar antiguas cuantas pendientes, etc. Y la perfecta Serenity, tan inocente como siempre. Los browncoats sólo nos queda aferrarnos a estas pequeñas joyas que nos muestran todos los escenarios que jamás podremos ver en la pantalla porque su prematura cancelación nos lo impidió. Sí, es normal que después de tantos años muchos sientan que el hambre no pueda ser saciada, pero de esto a nada... El programa de televisión era maravilloso, fue maltratado por la compañía que lo trasmitió pero se ganó un estatus de culto en donde siempre podrá brillar. Así, esplendoroso, como la luciérnaga que siempre fue.

Les juro que no quiero quemar la FOX. En realidad sí.


15 may 2014

CDHYF III: Tormenta de Espadas (opinión personal/SPOILER)

Me pareció absurdo a niveles estratosféricos el tiempo que me llevó leer el tercer volumen de la saga Canción de Hielo y Fuego de George R. R. Martin. Mi tío me regaló este libro en abril del 2013, cuando mi hermana, Sarai y yo fuimos a Jalisco para asistir al concierto de The Killers (la crónica por aquí); de aquello ya ha pasado un año. Me tomó seis meses decidirme a quitarle el plástico que lo protegía y dos más para pasar del primer capítulo al segundo. Cuatro meses después de aquella titánica tarea aun me quedaban 200 páginas por devorar y a estas alturas debería sentir vergüenza propia de confesar algo como esto. No sólo eso, en todo este lapso de tiempo he podido ver varias series de televisión, leer diez libros y ponerme al corriente con Game of Thrones (HBO), aprovechando que el final de su tercera temporada sólo abarca poco más de la mitad del tercer libro.

Sin embargo, mi desidia para leer la novela no es porque me parezca aburrida, para nada; es sólo que antes tenía más tiempo libre en el trabajo (¿qué?). Tormenta de Espadas se ha convertido mi libro favorito de los tres que he leído hasta hoy. Sé que eso es decir muchísimo, pero si Juego de Tronos sirve como mera introducción al mundo de Poniente con sus intricadas cargas políticas y Choque de Reyes nos sumerge de lleno a la Guerra de los Cinco Reyes, entonces Tormenta de Espadas se encarga de encaminarnos al desarrollo mismo de la historia que, dicho sea de paso, se supera a sí misma, ¡y qué manera tiene de hacerlo! Con capítulos que te dejan el corazón en un puño y te revuelven el estómago de vez en cuando.  

Lejos ha quedado ya mi primera experiencia con la saga de Martin y aun recuerdo con cuánta ingenuidad tomé el primer libro preguntándome si valdría la pena leer tantísimas páginas. Desde que conocí la adaptación de la HBO y el éxito que cosechó alrededor del mundo estuve firme en la decisión de leer primero los libros y después ver la serie. No me arrepiento de eso, porque si bien, el show nos da la constancia de ser una de las mejores adaptaciones a la pantalla chica de una obra literaria, entre las páginas que pueblan la prosa de Martin se transpiran emociones que difícilmente uno puede sentir al ver algún episodio.

Tuve acceso a Juego de Tronos gracias a Red de Libros Escuinapa, una organización de mi ciudad encargada de prestar libros por un lapso de tiempo elegido por el lector. Terminé la novela en siete días; la devoré y la sufrí a rabiar, y me preparé mentalmente para saber el estilo narrativo con el que me estaba enfrentando. A Eddard Stark le pesaba ese incómodo asiento hecho de espadas fundidas siglos atrás con fuego de un poderoso dragón en aquella icónica imagen que se imprimió en la portada del primer tomo, en la que también sostiene a Hielo, su espada, y un fondo negro cenizo adornaba el legumbre entorno donde se encontraba. El Trono de Hierro resultaba a todas luces imponentes y la melancolía de Ned sólo servía para acentuar la enmarañada incógnita de la trama. Mi primera impresión fue pensar que él era el rey, y si no lo era por lo menos sería el protagonista, ¿no? Aun guardo mi ingenuidad enmarcada en algún lugar de mi corazón, lo juro. Si bien, a las pocas páginas sabría que el tétrico trono de la HBO no tiene absolutamente nada que ver con el de la saga —salvando las espadas— y que el original, no sólo contrae las entrañas y las revuelve, sino que se impone por sí mismo como un ente de poder y de terror. Eso no le resta el hecho de que el primero se haya convertido en un referente de la franquicia; más fácil de trasportar y recrear que aquel que George R. R. Martin imaginó y aquel otro que adornó la segunda edición del primer libro (mi favorito).

Dejando de lado algo tan absurdo como eso (bueno, no lo es tanto, recordemos que esta historia trata de quién se siente más cómodo en él), una de las cosas más fascinantes es ver cómo al Martin se le va la pinza y no le tiembla el pulso a la hora de matar a diestra y siniestra a cada personaje que le pasa por la mente, ¡cómo se divierte, el tipo! Pero quizá sea esto mismo lo que más aprecio de su estilo, es un autor que no se detiene en lo absoluto para llevar una historia siempre adelante, en un constante cambio que se percibe entre capítulo y capítulo. En los libros adultos de Martin los protagonistas son prescindibles y hay tantos personajes imperfectos enmarcados a lo largo de tantas páginas que sirven para llenar los huecos de aquellos que van cayendo. Juego de Tronos, por ejemplo, no sólo dio inicio a la guerra sino que nos dejó a un carismático niño tullido y a un padre decapitado, cerrando con broche de oro, embarrado de amargura y dolor, un libro que algunos no terminaron de entender. Pero el martirio continuó en Choque de Reyes donde la fría pero entrañable Invernalia quedó reducida a cenizas, mientras los mares de Desembarco del Rey se teñían de fuego valyrio (y claro, otro par de personajes más la palmaban, para no perder la costumbre). La primera y la segunda temporada de la serie cumplen con creces su cometido, sin embargo, la segunda no logra despegar tanto entusiasmo como lo hizo aquella que inauguró su estreno; pero si la vemos como una etapa de transición el problema queda resuelto, porque la tercera entrega paga con creces aquella que falló.



Y Tormenta de Espadas es así, un libro duro y amargo, donde las muertes y las guerras continúan mientras todo adquiere un matiz rojo Lannister. Ya lo decía Alberto Nahum en su post La Sangre de los Héroes: “Hay reseñas que vienen con banda sonora” y asesinatos también: The Rains Of Castamere (una oda escrita por un bardo, dedicada a Tywin Lannister, jefe de la familia de Roca Casterly) sirve como réquiem para uno de los pasajes más sangrientos de toda la obra, la misma que casi clausura la tercera temporada con una maestría espectacular y horrenda, sólo para rematar con el silencio atronador de unos créditos que se sentían vacios. Jamás tanto mutismo me habían contraído tanto las entrañas.

Pero ya sabemos que redimir a ciertas casas reales y castigar a otras nunca ha sido el objetivo de Martin, ni siquiera la de trazar la línea entre el bien y el mal. Su aspiración va más allá de simples matices blancos y negros. En la primera entrega nos introducimos a este mundo desde la perspectiva mayoritaria de la familia de Invernalia. Dejando de lado un prólogo único a cargo de un completo desconocido cuya vida no se extendería demasiado, Juego de Tronos ésta narrado desde el punto de vista de seis integrantes de la familia Stark (incluyo al hijo bastardo porque me da la gana, aunque su apellido sea Nieve), además de un Lannister, y la heredera de la dinastía Targaryen, así que es normal que la ambigüedad se inhiba por completo cuando la perspectiva casi general corre a cargo de una misma familia. Automáticamente la balanza que rige nuestra estima se inclina a favor de ellos por instinto. Aunque no podemos negar que, fuera de la familia del norte, a Tyrion Lannister lo salva su ironía y a Daenerys Targaryen lo hace su inocencia. Aquello se repite en el segundo libro donde los capítulos corren a cargo nuevamente de personajes recurrentes —excepto uno— y añade dos más: Davos Seaworth y Theon Greyjoy; y en el tercero se incorporan Samwell Tarly y Jaime Lannister. Pero vayamos por partes, que se supone que yo he venido aquí de dar mi opinión general del tercer libro y no andar por las ramas tan a lo bruto.

SAM Y JON: La resistencia de la Guardia que agoniza.

Samwell Tarly.
Al norte de Poniente, más allá del Muro vemos la historia a través de los ojos de dos personajes: Samwell Tarly y Jon Nieve, separados desde Choque de Reyes cuando Jon emprendió una misión para infiltrarse a las fauces de los salvajes y Sam continuó con el grupo de exploración de la Guardia de la Noche.

No podemos culpar la cobardía de Sam, ¿verdad? Desde el primer momento en que apareció en la saga quise zarandearlo, echarle agua helada o zambullirle en un cubo de amor propio, yo qué sé, algo que le devolviera el valor que su padre se encargó de enterrar en un mar de desprecio y despotismo. Sam es noble e inocente pero su autoestima quedó oculta entre tanta grasa y pieles negras. Me identifico con él más de lo que me gustaría; sumergirme en un lago de dudas, torpeza, golpes bajos o parlotear a mi manera alejada del mundo, siempre se me ha dado bastante bien. La Guardia de la Noche no necesitaba a personas como él en el sentido combativo de la organización y sin embargo, fuimos capaces de ver cómo se construyó un recoveco ahí, alimentando a los cuervos en los confines del mundo; de esa manera entendió que existía un lugar para él en ese rincón olvidado lleno de parias, desheredados y héroes falsos. Pero él es la excepción a la regla. Demasiada nobleza en el mundo es mortal y él lo sabe.

Sam es un cobarde hasta la muerte y más cobarde aun para morir, pero en Tormenta de Espadas da un paso adelante y continúa dando otro para intentar no quedar a la intemperie de los fríos vientos norteños y desfallecer. Aun en su agonía fue capaz de ganar la batalla más poderosa de todas: la de sobrevivir a pesar de todo. Los compañeros que Jon le puso en el camino lograron darle la fortaleza que un par de años atrás jamás hubiera encontrado en su familia, por ejemplo, o en sus propios colegas (recordemos qué mal la pasó en sus primeros entrenamientos de combate). Este libro se encarga de meternos en su mente, ahondar en sus sentimientos y entenderlos un poquito mejor de lo que ya lo hacíamos anteriormente. Respecto a su pasado muy poco hemos avanzado, pero me alegro de ello, porque Sam siempre ha sido un personaje transparente, su historia se la mencionó a Jon en Juego de Tronos y fue precisamente ese el engrane principal que sostendría su amistad, al fin y al cabo ambos descubrieron que también eran unos parias, no muy diferentes al resto.

El cambio de Sam llega a la hora de matar a uno de los Otros, esos seres endemoniados mitad zombis mitad fantasmas, que pululan por los alrededores del otro lado del Muro. Samwell mata a un muerto —mucha ironía tiene el asunto—, y en el proceso él mismo se muere de miedo. Hay algo de gracioso en general, pero no deja de ser una trasmutación del viejo Sam al nuevo. Ya no hay vuelta atrás. Tampoco la hay cuando decide salvar a una de las castigadas mujeres del pervertido de Craster y a su bebé varón (que seguramente iba a morir sacrificado) y salir huyendo como toda la vida lo ha hecho, pero esta vez tiene un motivo justo: proteger dos vidas; y vaya que lo hace. Ser Cerdi o Lord Jamón ya no existen, ahora es Sam el Mortífero, por mucho que le pese el nombre y por muy injustificado que sea, porque muy en el fondo, el entrañable Sam seguirá siendo un ángel vestido con capas y más capas negras que le sientan demasiado pesadas sobre sus hombros.

Jon Nieve.
Jon Nieve es harina de otro costal. El hijo ilegitimo de Eddard Stark entró a la Guardia de la Noche por diferentes motivos pero ninguno de ellos era el desprecio de su padre. Ned lo quería, y mucho. Su condición de bastardo —con todo lo que ello acarreaba— y su fuerte admiración a su tío Benjen, miembro de la organización, además de un idealismo romántico e ingenuo hacia los custodios del norte le hicieron aceptar la idea de que no existía un lugar mejor para él. Iluso; apenas puso un pie en el Muro y ya soñaba con regresar a la cálida Invernalia. Aunque tuvo suerte de hacerlo, ya sabemos que cuando él se fue, Poniente se desmoronó a pedazos y traiciones.   

En Tormenta de Espadas, Jon se embarca en la misión más suicida que ha hecho en la vida: unirse a los salvajes para ver qué hacen, cómo viven, qué planean. Era algo que personalmente estaba esperando desde hace tiempo porque a estas alturas —y con más de mil páginas encima— estaba empezando a creer que estos tipos sólo eran una leyenda que únicamente existía en los relatos de la Vieja Tata. Pero existen, rodeados de tanta libertad como ambiciones gigantes: los muy optimistas piensan atravesar el Muro como si fuera la cosa más fácil del universo y de paso cargarse los Siete Reinos. Pásenle a lo barrido, que hay campo para todos en esta pelea, ¿eh? xD

El asunto no termina ahí: Jon conoce a Ygritte, una mujer guerrera del Pueblo Libre que le hará experimentar el amor por primera vez. Ygritte fue uno de mis personajes favoritos en este libro, quizá por su testarudez, su ternura o una combinación de ambas cosas. Y soñé (tuve la vaga esperanza) que George R. R. Martin le diera vida para conocerla un poco más en otro libro pero no, apenas tuvo la oportunidad de acabar con ella lo hizo, tal y como lo ha hecho con otros personajes entrañables, y yo sigo guardándole el luto que se merece.

La invasión de los salvajes al muro es algo que agradecí porque, como mencioné más arriba, es una cosa que vienen contando desde las primeras páginas de Juego de Tronos y pasan capítulos, cierras libros, abres otros y ves que no pasa nada hasta que llegas a preguntarte de qué va todo esto. Ahora obtuve lo que quería y todo ese arco se me ha ido en un espiral de emociones que van desde el terror acojonante, hasta la gratificación más exquisita cuando las cosas se relajan un poco. La Guardia de la Noche está viviendo el peor momento en siglos, era algo que Tyrion Lannister vio con sus propios ojos cuando fue a mear a la cima del mundo, pero también es algo que sistemáticamente ha sido ignorado por los malditos afortunados que gobiernan en Desembarco del Rey desde la opulencia y la poca vergüenza. Un buen susto para ellos no estaría nada mal, ¿eh?

Al huir de los salvajes y regresar al Muro herido y agotado Jon apenas tiene tiempo de recuperarse antes de que los cuernos de guerra suenen y aquellos de los que huyó se encuentren a los pies de la fortaleza amenazando con atravesarla a la primera oportunidad. Pero el Muro se defiende solo. Claro, con un poco de ayuda de los escasísimos miembros de capas negras y civiles que aun se encuentran en él, y hacen lo que pueden con el nulo personal y limitadas provisiones con las que cuentan, pero resisten con dignidad día y noche hasta que las fuerzas enemigas menguan y pueden darse un respiro; menos Jon Nieve, al que ahora un malhumorado bueno-para-nada venido-de-sepa-carajos-dónde decide arrestarlo por traición (¡pero cómo tiene cara, el maldito!) para después terminar siendo Lord Comandante de la Guardia de la Noche (¿hola?). El rumbo que todo esto tome a partir de aquí es un mapa de incertidumbre, la amenaza sigue ahí, del otro lado del mundo, entre esos salvajes con gigantes montados en mamut que continuarán arañando la fortaleza de hielo y un hijo bastardo del norte que se niega a dejarse vencer por una horda de hombres libres y enemigos juramentados que también visten el negro. ¿Cuál es el futuro de Jon? Cómo podemos saberlo si apenas sabemos algo de su pasado. ¿Será cierta la teoría que señala que suya es la canción de hielo y fuego? ¡George R. R. Martin, apiádate de mí y dímelo ya!

BRAN: De príncipe de Invernalia a lobo alado.

Brandon Stark y Hodor.
Una de las primeras cosas que supimos de Bran era su amor por escalar cuanta pared se le pusiera enfrente, ¿lo recuerdan? Un día escaló tan alto la torre de su castillo que vio lo jamás debió de haber visto y cierta bestia Lannister decidió empujarlo por la ventana para acallarlo (para matarlo, en realidad). La caída no lo mató, pero lo dejó parapléjico y sin la posibilidad de recordar qué fue lo que vio allá arriba. Desde entonces la vida del pequeño va entre la discapacidad y sus extraños sueños, donde frecuentemente ve a un misterioso cuervo de tres ojos. Aquello fue en Juego de Tronos. En Choque de Reyes el pupilo de su padre Theon Greyjoy se rebela contra el Norte, pero al poco tiempo Ramsay Bolton le traiciona y saquea Invernalia para después matar a quienes no le juraran lealtad a él, tomando a Theon como prisionero. También decide quemar la fortaleza y sus castillos hasta reducir todo a cenizas. El objetivo de Theon era matar a Bran y a su pequeño hermano Rickon pero lograron escapar con la ayuda de Meera y Jojen Reed (hijos de un amigo de Ned) y Osha, la salvaje.

En Tormenta de Espadas, Bran, los hermanos Reed y Hodor junto con Verano (su lobo huargo), continúan dirigiéndose al norte, ocultándose de cuanta cosa se mueva por ahí. Pero él avance más significativo del pequeño es la capacidad que está adquiriendo de dominar su poder de cambiapieles con mayor facilidad que antes. Lo que hizo con Hodor en el viejo castillo de Corona de la Reina es algo nuevo que incluso lo asusta a él y, por una extraña razón, es una experiencia que no le apetece compartirla con el resto. O no por el momento. ¿A qué estás jugando, Bran?

Me pregunto qué le deparará el futuro; cuál es el plan que tienen George R. R. Martin en todo esto. Bran es un personaje del que no puede prescindir sólo porque sí, si ese hubiera sido el plan lo habría matado desde el primer libro en lugar de dejarlo lisiado y con ese puñado de sueños a cuestas, ¿verdad? No hay mucho más qué añadir respecto a él, en este libro en el que todo ha estado muy tranquilito en su entorno, salvo el encuentro inesperado (porque yo no me lo esperaba, claro) con Samwell Tarly quien lo lleva al otro lado del Muro para encontrarse con el misterioso personaje Manosfrías. Tenía la vaga esperanza que éste último fuera el tío Benjen Stark pero al parecer no lo es, y yo lloro un poquito por dentro. ;___;

DAVOS: El contrabandista fiel.

Davos Seaworth, el Caballero de la Cebolla.
El Caballero de la Cebolla, Davos Seaworth, se ha ganado a su modo un lugarcito cálido en mi corazón. Quizá suene absurdo y un tanto cursi, pero he disfrutado a rabiar esta especie de ingenua fidelidad que le tiene a aquel rey que le cortó las falanges de sus dedos para devolverle un poco de la honorabilidad que había perdido en altamar, cuando se dedicó al pillaje y a la piratería. La redención de Davos (si es que alguna vez hubo tal cosa en el pasado) da lugar a una aparente sumisión innata pero sincera hacía un Stannis Barathon cegado tanto por las ansias de poder —quiere sentarse en el Trono, por mucho que intente negarlo— como por los medios que está utilizando para obtener ese poder. Si en este cuento la enigmática Melisandre es la villana disfraza de hada madrina entonces Davos es el fiel consejero. Ver cómo Stannis lo respeta sólo por eso, a pesar de su dudoso trasfondo, habla toneladas de la personalidad tan peculiar del caballero redimido. No sólo eso, las habilidades aprendidas en altamar durante sus años dorados como pío le dieron la astucia suficiente para liderar misiones como la llevada a cabo durante el intento de asalto en Desembarco del Rey en Choque de Reyes (el punto más fuerte y maravillosamente llevado en la segunda temporada de la serie), y a decir verdad, también le salvó la vida.

En Tormenta de Espadas comienza su arco en estado agónico, naufragando en unas rocas donde sobrevive comiendo cangrejos crudos; aferrándose a sueños llenos de delirios y alucinaciones antes de ser rescatado por un barco al servicio de Stannis que al poco tiempo le concede el título de la Mano del Rey. Esto, que a su vez es una yuxtaposición al lugar que ocupa Melisandre de Asshai, le otorga cierto poder y voto para hacer lo que mejor se le ha dado: hablar con honestidad ante el único de los Barathon. Pero su rey, que se debate mentalmente entre la soberbia y la terquedad, jamás tiene demasiado claro su objetivo, avanza tuitivamente en el campo de batalla y Davos sabe eso a su manera y se lo dice. De hecho, resulta bastante curioso para mí que el caballero continúe con vida. Tengo la firme idea de que Stannis no lo mataría —idea algo tonta tomando en cuenta que en uno de sus últimos capítulo éste último le está apuntando con una espada frente a la misma Mujer Roja— pero Melisandre sí lo haría sin demasiado esfuerzo, con su magia y sin dejar demasiada sangre regada por el suelo, al fin y al cabo eso mismo fue lo que hizo en el prólogo Choque de Reyes, ¿no?

Salvar a Edric Tormenta, el hijo bastardo del difundo rey Robert, del sacrificio que quería realizar la sacerdotisa ha sido una bofetada para el propio Stannis pero también le cuesta ver eso como traición, muy en el fondo ni a él le apetecía entregar al chico; pero en esta parte del ajedrez alguien tiene que mover la primera pieza y al parecer a Barathon le está costando hacerlo. El hecho que Davos se haya empeñado en aprender a leer y culturizarse a lo largo de todo el libro es lo que seguramente le dará el pase para continuar con vida, pero la pregunta correcta es ¿hasta cuándo? Entre Davos y Melisandre es él quien tiene todas las de perder. Y bravo a Stannis por ganarse el honor de defender el Muro. Sea cual sean sus intenciones (miedo me da todo). 

CATELYN TULLY: Cuando el dolor tiene rostro de madre.

Catelyn Tully.
Seamos brutalmente sinceros: lo mejor que le pudo pasar a Catelyn Tully fue palmarla. Sé que suena cruel, pero si nos podemos a meditar un poquito el asunto nos daremos cuenta que la mujer era un manojo de sentimientos destrozados desde el día en que Bran quedó inconsciente (recordemos que ella nunca lo volvió a ver despierto) y su esposo decapitado. Después de eso sus hijas quedaron retenidas en Desembarco del Rey; una desapareció, la otra se comprometió con un niño rey psicópata con delirios de grandeza; Invernalia fue invadida, saqueada, quemada; su hermana la despreció, su padre estaba moribundo, sus hijos pequeños fueron asesinados y el más grande se levantó en armas para reclamar la independencia de sus tierras, mientras ella se convertida en la viuda, la madre, la hermana y la hija más sufrida de los Siete Reinos. Vaya dolor cargaba a cuestas la pobre. Pero también me parece justo señalar que no merecía morir así, en una vergonzosa emboscada cortesía de Lord Bolton y los Frey mientras Las lluvias de Castemare sonaban como música de fondo. Para rematar el sangriento acto, Bolton proclamaba un saludo expreso de Jaime Lannister —liberado por ella misma en un acto desesperado para recuperar a Sansa y Arya sin consentimiento de Robb— que, dicho sea de paso, era el único miembro de su familia que no pintaba vela en este entierro (ni siquiera sabía de la traición y el cambio de bando de esos bastardos, ¿eh? Tomen nota).

Para mí era fácil intuir la muerte de Catelyn, pero no la de su hijo. Por una extraña razón siempre creí que Robb sobreviviría a su madre y que el POV de ella pasaría a otro personaje como quien releva una estafeta para que siguiéramos oyendo las hazañas del Rey en el Norte. Qué ingenua ilusión, viendo que esto es Canción de Hielo y Fuego y deseando con ternura que ciertos personajes vivan. Pero quizá lo que más duele de la muerte de Catelyn fue lo inesperada que resultó y la bajeza con la que fue llevada a cabo: en territorio neutral, en medio de una boda, después de una disculpa y en el momento de una frágil tregua. A ese viejo apestoso cascarrabias de Lord Frey se le hizo mucha la ofensa, o muy poco el perdón que el hijo Ned le pedía, que decidió dar un banquete rojo (hospitalidad incluida) con sabor a león hambriento. Y miren que ya no suelo enojarme cuando se mueren protagonista que antes no se morían —filosofía mía de cajón, vamos xD— pero esto fue caer bajo, bajo, MUY BAJO. Tanto Bolton como Frey, ambos par de plastas sin dignidad ni palabra. Pero es la guerra, ¿no? Y en la guerra todo se vale.

Llevaba ya más de la mitad de Tormenta de Espadas y me estaba cansando muchísimo eso de pasar cada hoja con el corazón en un puño y el estómago contraído por culpa de mis ataques de ansiedad. Si a eso le añadimos que la tarea de leer el libro se extendió durante seis meses más o menos, podrían calcular con facilidad cuántos botes de Pepto-Bismol me tomé en todo ese tiempo antes de leer cada tantos capítulos —a mí me gusta sufrir lo que leo, ¿ok?—; pero al llegar al último POV de Catelyn sentí que se me paraba el corazón y fue EL HORROR.

Yo no sabía quiénes iban a morir en este libro; sólo fui testigo de la cadena de reacciones que nació en Twitter y Tumblr apenas terminó de emitirse The Red Wedding y supe que algo había salido mal, pero muy mal. El único spoiler accidental que me tragué de este libro fue el de Jaime (y ni siquiera fue spoiler, porque pensé que perdía todo el brazo cuando sólo fue la mano), de ahí en fuera supe que habría dos bodas y creí que la roja tendría como víctimas a ciertos miembros de los Lannister, e incluso temí por la vida de Sansa, pero esa vuelta de tuerca fue demasiado para mí y el hecho que veamos todo ese trágico desenlace desde el punto de vista de la sufrida Catelyn fue un pedazo de crueldad gratuita cortesía de George What the hell it’s wrong with you?! R. R. Martin. ¿Se dieron cuenta de lo que hizo? Hizo lo que ni siquiera hizo con Eddard Stark: “Este personaje va a morir y su hijo también. Te lo narraré desde su perspectiva para que veas lo que es el dolor en su máxima expresión”, y nosotros le compramos el boleto y aplaudimos, con el luto incluido, claro, faltaba más.

La muerte de Cat duele porque la conocíamos desde Juego de Tronos, ella era el eje central de la familia Stark, incluso más que su propio esposo. Le seguimos allá a dónde iba; supimos de sus miedos, sus amores, sus desilusiones, sonrisas, tristezas, decepciones y recuerdos. Vimos el cariño que les tenía a sus hijos, el desprecio que sentía hacia Jon Nieve, los recuerdos de su juventud en Aguasdulces. En Choque de Reyes la vimos llorar por la pérdida de su hogar y de sus hijos. Leímos cómo botaba sus ganas de vivir recluida en sus pensamientos y su soledad. Le vimos albergar esperanzas, confiar su fe y su palabra en una mujer guerrera con honorabilidad y en el asesino de un rey para volver a ver a sus hijas, ¿y para qué? Sólo para verla morir físicamente, porque mentalmente llevaba muerta mucho tiempo. Eso sí, tuvimos cinco segundos de locura y risa histérica antes que su agonía terminada.... Tremendamente escalofriante.

Catelyn y Robb Stark, Rey en el Norte y Señor de Invernalia.
A Robb Stark lo mató su inexperiencia. Si Eddard viviera le hubiera felicitado por muchos motivos pero le habría recalcado otros tantos errores mortales en el campo de batalla y estrategia. Las victorias de su breve guerra fueron totalmente opacadas y sepultadas sobre toneladas de pésimas decisiones tomadas. Romper el trato con Lord Frey —porque el amor lo encontró en otra parte y no precisamente en una de las hijas del viejo apestoso— fue la pala que cavó su tumba. Incluso su madre vio el error, pero tampoco pudo predecir la emboscada que habría en Los Gemelos. Lo cierto es que la rebelión de Robb no tenía futuro; la independencia del Norte complicaría la trama por un momento pero después, si la rebelión daba sus frutos, todos los Stark, junto con sus soldados, podrían recluirse de nuevo en los pueblos antes de que el invierno llegara y vivirían felizmente fríos para siempre, cosa que por supuesto no sucedería en esta saga. El objetivo en realidad era encariñarte con ellos y después matarlos (bueno, ya ha estas alturas creo que todos sabemos que Catelyn será una excepción pero…).

La Boda Roja de la serie merece también una mención especial; que sí, que sí, ya sé que cambiaron algunos aspectos literarios, pero no será la primera ni la última vez que lo hagan ¿verdad? Por ejemplo, el hecho de matar a la esposa de Robb y a su bebé no nacido añade más peso al título del capítulo. La boda no sería tan sanguinaria si nada más se fueran a vivir al otro barrio dos personajes importantes. Cambiar al nieto de Frey y poner en su lugar a su joven esposa para que Catelyn la matara también fue un acierto que solo añade más epicidad a la escena, (ya sabemos que a nosotros nos va lo gore, no mientan) ¡Grande, Michelle FairleyToda esta artimaña huele a Tywin Lannister a kilómetros. Ya sabemos que es muy de su estilo no atacar por la retaguardia sino directamente a la cabeza (esto no es una pedrada por lo de Ned, ¿eh?) y evitarse así la mayor pérdida de soldados, que al final son la carne de cañón más fina que tienen en Poniente y él lo sabe. Los Frey y los Bolton han perdido toda clase de respeto que alguna vez pudieron tener de mi parte por violar las leyes de hospitalidad tan inquebrantables que regían el continente pero vamos, ya me dirán ustedes que las leyes está precisamente para romperse.

ARYA STARK: La princesa errante.

Arya Stark.
Temí muchísimo por la vida de Arya. De hecho, durante cinco minutos creí que el Perro la había matado. Sí, cinco minutos fue el tiempo que me tomó lanzar un libro al sillón, correr hasta mi habitación, encender la laptop y buscar la wikia de CDHYF para ver si aun estaba viva. No me gustan los spoilers pero espero que me entiendan, acababa de ver morir a su madre y a su hermano y no soportaba la idea de perderla a ella; uno de los personajes más testarudos, irreverentes y fuertes que tiene la saga.  

Desde que empezó a huir no he tenido bastante claro cuál podría ser su destino (ninguno bueno, claro) porque obviamente es una niña que va contra corriente y para ella la vida jamás será miel sobre hojuelas. La pobre se la ha pasado de un verdugo a otro desde que salió huyendo de Desembarco del Rey poco tiempo después de que padre perdiera la cabeza. En este libro hizo una camadería disfuncional con el Perro (¿pero quién lo diría?) que resultó por demás curiosa e interesante; y de paso se ha convertido en una de las mejores adaptaciones en la serie de televisión.

Sandor Clegane, el Perro y Arya Stark después de la Boda Roja.
Ya habíamos visto la tosca interacción de Sandor Clegane con su hermana mayor Sansa, una verborrea brutal de parte del hombre quemado y un hostigamiento constante a la primera oportunidad que se le ponía enfrente; pero no olvidemos que él la salvó en aquel altercado donde el pueblo atacó el cortejo de Joffrey. Era un grosero, sí, pero también un Caballero. Con Arya la interacción fue distinta; siendo ella todo lo contrario a Sansa, fue normal que casi se pusieran al tú por tú con él y saliera ganando pequeñas victorias en el camino. Eso sí, seguía siendo un rehén manejado al antojo del que busca quién pague mejor por ella, pero por lo menos Arya encontró un complemento, un personaje tan tosco como competente que se hizo cargo de esa niña que se resiste a serlo.

Claro, todo esto sucedió antes de que el Perro quedara herido y Arya le negara al acto misericordioso de quitarle la vida sólo para dejarlo abandonado a la suerte de los dioses. Un último momento compartido de aquellos que siempre se la pasaron huyendo.

SANSA STARK y TYRION LANNISTER: La extraña pareja.

Tyrion Lannister y Sansa Stark.
Me sorprende que sigua viva, ¿eh? El purgatorio de Sansa sólo es finamente equiparable al dolor que cargaba a cuestas su propia madre. Más que rehén era una marioneta que estorbaba para los Lannister y no sabían qué hacer exactamente con ella así que se dedicaron exclusivamente a hacerla infeliz y humillarla a su antojo. Así fue durante casi tres libros. Sinceramente resultaba repugnante. Muy lejos ha quedado aquella niña que añoraba casarse con un príncipe azul y vivir en un castillo rodeada de hermosos niños que correrían por los extensos jardines del palacio. La vida no es así de hermosa, querida Sansa.

Me resulta difícil hablar de ella porque yo en su lugar ya me habría suicidado. La joven ha perdido a toda su familia, su hogar, a su perro huargo y ¿qué le queda? En la Fortaleza Roja sólo fue un peón en ese puerco tablero de ajedrez que apesta a guerras podridas y traiciones. Casarla con el Gnomo fue una última bofetada por parte de los Lannister para denigrarla hasta exprimirle todas las emociones. Que el astuto de Petyr la haya rescatado no aliviará sus problemas pero quizá los suavice. El tipo es un pervertido nivel experto pero no le puede ir peor que con Joffrey, ¿verdad? Y ahora que la destrampada de su tía Lisa Tully está fuera del camino más vale que a la niña le vaya un poco mejor en la vida; si no es así, apuesto a que la próxima que caerá por la Puerta de la Luna será ella… y se lanzará voluntariamente.

Por otro lado, Joffrey Baratheon merecía morir, ¿vale? Importa poco que el niño sólo tuviera 13 años y su sicopatía haya sido desarrolla por la aparente indiferencia de su padre y la vista gorda de su madre ante sus atrocidades. Ese rey merecía morir al igual que merecía morir Aerys II, porque nada justifica su maldad (el segundo por lo menos estaba loco, pero de todos modos la idea es la misma xD). Lo que no me parece justo es que el pobre de Tyrion tenga que cargar con la mierda que dejaron Olenna Redwyne y Meñique a su paso. Aunque, conociendo el odio que el tío sentía por su sobrino, no es de extrañar que Joffrey lo troleara por última vez apuntándole con su mano antes de morir para insinuar que él lo había envenenado. 


He de reconocer también que la relación sobrino-tío era una de las cosas más bonitas de leer y se desfrutaban a rabiar. Extrañaré eso. Era reconfortante saber que por lo menos existía un Lannister en los Siete Reinos capaz de poner en su lugar —a base de bofetadas y frases punzo cortantes— al niño mimado de Cersei. Ni siquiera Tywin se prestaba para esas cosas; siendo quién es, y con tanta fama a cuestas en todo el continente, siempre pensé que su papel de abuelo (y padre) era un título que le quedaba demasiado grande. Tyrion sigue siendo diferente al resto de su familia, quizá por eso siempre lo he visto como uno de mis personajes favoritos de toda la saga. Se sale del molde, en toda la extensión de la frase. Su carácter y su actitud ante una vida que siempre ha sido perra con él le da un distorsionado toque heroico y carismático que es agradable leer. Además, las mejores frases han salido de su boca.

Dejando eso de lado, Tyrion avanza leguas enteras en Tormenta de Espadas. En Choque de Reyes ya sabíamos qué tan inteligente podía ser (si Stannis cayó en Aguasnegras fue gracias a su plan, por mucho que a su familia le cueste admitirlo) pero aquí nos entrega un lado más calmo y sumiso no por ello menos reflexivo. La boda que Tywin armó con Sansa Stark para asegurar Invernalia fue detestable para ambos, pero su sed de venganza fue saciada al final, al matar a su propio padre. Lo que hizo, no lo hizo por Sansa sino por Tysha y por todas las humillaciones sufridas durante su existencia, por su condición de monstruo ante los ojos del hombre que le dio la vida. La venganza de Tyrion tiene un sabor exquisitamente dulce y, lo que petrifica más, fue que juró regresar por aquellos que le mintieron; sobre todo por sus hermanos mellizos. No dudaría ni un segundo que cuando vuelva a toparse con Cersei la mate así sin más, tal y como acabó con la vida de Shae, pero ¿haría lo mismo con Jaime? A pesar de la confesión que él le hace antes de ayudarle a huir, literalmente le debe la vida. ¿Tyrion sería capaz de matar al único miembro de su familia que de verdad lo quiso, no por lástima sino por amor; aquel que lo defendió cuando era bebé, que jugó a su lado cuando eran niños y lo besó dos veces antes de ofrecerle la libertad que su padre y su hermana le quitaron? ¿Podría hacerlo? No le culparía para nada, eh. Jaime ha hecho demasiadas cosas atroces con las cuatro décadas que trae encima, y la delgada línea que Tyrion ha cruzado al matar a su progenitor le da el poder de hacer cualquier cosa que le plazca. Por mí, que siempre siga adelante y firme el más gigante de los Lannister. ;)

DAENERYS TARGERYEN: La conquistadora más allá del mar.

Daenerys Targaryen, Madre de Dragones.
Daenerys de mi vida, ¿tú cuándo piensas cruzar el Mar Angosto, arrasar con Poniente y sentarte en el Trono de Hierro? No es que esté desesperada, pero el tiempo avanza y te estás tardando, ¿eh? Es decir, llevamos tres libros a cuestas y ya conquistaste cuanta ciudad libre se te puso enfrente, pero al otro lado del charco la cosa se pone fea y quiero que se ponga más fea con tus dragones. Así que apresúrate, si no es mucho pedir.

Ya en serio; Dany se merece un spin-off de novelas cortas o qué se yo. Sólo por el breve pasado que carga consigo podría considerarse inmortal si así le apeteciera. Se escribirán odas en el futuro donde se hablarán de todas sus hazañas. También vemos aquí cómo ella misma se cansa de tanto conquistar cuando lo que le apetece es reinar. Dany sabe que son dos cosas muy distintas. El camino hasta Poniente es tortuoso, a pesar de que ya no le ha ido tan mal como cuando Drogo murió y su khalasar se disolvió dejándola casi por completo abandonada acompañada de poquísimas personas que decidieron acompañarla en su misión suicida. Todo eso lo vimos en Choque de Reyes, pero para cuando Tormenta de Espadas finaliza ella ya cuanta con miles de Inmaculados y ex esclavos como fieles súbditos cuya mayoría se inmolarían apenas diera la orden. Es mucho poder par alguien tan joven.   

El arco de Daenerys nos ha servido para ver cómo funciona la vida más allá del mar. Las Ciudades Libres son crueles, traicioneras, tiranas, esclavistas (no todas, pero sí muchas) y, si bien en Poniente también existe todo tipo de aberraciones y problemas, las cosas funcionan de diferente manera allá por los caminos donde ella se mueve. Los pensamientos, religiones, tácticas de guerra —ya ni hablar de armamentos o creencias— son totalmente distintos entre un lado y otro. Dany necesita toda la ayuda de cualquier persona que haya servido en los Siete Reinos para ser capaz de avanzar si algún día quiere sentarse en el trono que le toca por derecho. No será nada fácil. Ahora que ha desterrado por completo a su entrañable oso Jorah Mormont sólo le queda Barristan Selmy para valerse de sus conocimientos.  Tengamos fe en que no la palmará pronto porque si no... Miedo me da todo.

Y luego están los dragones. Punto para Daenerys, terror para Poniente.

Pensemos un momento en esto: ella tiene tres dragones y no es poca cosa. Aegon el Conquistador llegó a Poniente precisamente con tres dragones entre su ejército (él incluso iba montado en el más poderoso durante la batalla donde se decidió todo). Así que es muy seguro que se va a armar un caos apocalíptico cuando los de Dany crezcan y puedan fundir el pánico tal y como trescientos años atrás lo hizo el conquistador que le antecedió. Me apetece muchísimo que este momento llegue, quizá porque es el que promete más. No estoy segura qué tanto se avanzará en esta específica trama en Festín de Cuervos y Danza de Dragones (épico nombre) que, hasta donde yo sé, transcurren simultáneamente, pero me muerdo las uñas por tener ambos tomos en mis manos y devorarlos sí o sí. Por lo pronto, veamos cómo avanza la última de los Targaryen en este tortuoso camino que le corresponde por derecho dinástico más que por otra cosa. No sé si al final le decepcionará lo que encontrará en Poniente pero lo que sí estoy muy segura es que, con todo el horror desatado en la Guerra de los Cinco Reyes, cualquier ser humano de noble cuna que ponga un poco de estabilidad social hará que media población incline su rodilla y muestre sus respetos, además de ganarse la lealtad de quien lo consiga antes de que llegue el invierno. Así que Daenerys Targaryen, los Siete Reinos son tuyos.

JAIME LANNISTER: La redención de un regicida.

Jaime Lannister.
Antes que nada, una nota aclaratoria: he dejado a este personaje hasta el final por diversos motivos, pero ninguno de ellos es por la adaptación televisiva de la escena del septón. Sobre ese específico suceso ya he hablado en este otro post publicado hace unos días (con varios comentarios incluidos), y creo que ya ha quedado bastante clara mi postura. Aquí no haré referencia a lo sucedido ahí pero sí tomaré algunos puntos de la serie que merecen ser mencionados.   

A mí, Jaime Lannister me llamó la atención cuando supe que desenvainó su espada para asesinar al rey al que había jurado proteger y Brienne de Tarth cuando se quitó el yelmo para demostrarnos que era una mujer. Mi pregunta para ambos casos fue exactamente la misma: ¿Qué sucedió en sus vidas para que desembocaran en esos destinos tan estigmatizados? Él un regicida, ella en una mujer caballero con todas las de la ley y ambos sumergidos en un mundo que les juzgó sin conocerlos. Tormenta de Espadas nos otorgó una fórmula perfecta. Lo curioso de todo esto fue cómo sus caminos se juntaron y se unieron de tal manera que, del odio más visceral —nacido cuando se vieron por primera vez—, se forjó una de las amistades más solidas plasmadas en cualquiera las tres novelas que he leído de la saga. Un caso único, a su manera, y quizá por eso tan especial.

Yo aborrecí a Jaime poco a poquito desde Juego de Tronos, fue un odio que se fue creando un paso a la vez a lo largo de todo el libro, y gracias en parte a la visión de los Stark. No era culpa de ellos, la idea que tenían de él era bastante razonable, pero no completa. Tyrion trató de decirnos brevemente que su hermano no era únicamente un estúpido engreído, sino también un ser humano que lo trataba con dignidad cuando el resto le miraba con asco, pero Tyrion era un Lannister y no se puede esperar demasiado de eso. Además, las acciones de Jaime en Juego de Tronos no dejaron muy en pie su dignidad. Apenas tratábamos de recuperarnos del horror de saber que había matado a Aerys II durante la Rebelión de Robert (sí, sí, el Rey Loco pero su rey al fin y al cabo) cuando supimos de la relación incestuosa que mantenía con su hermana melliza desde su juventud —que casualmente era también la reina de Poniente, esposa del jerarca que lo indultó— y, antes de que el trago amargo que se nos quedó en la boca desapareciera, decidió que sería una estupenda idea lanzar a un niño de siete años por la ventana de un castillo para matarlo. Que además no era cualquier niño, era un Stark de Invernalia.

¿Cómo no odiarlo? ¿Por qué no aborrecerlo cada vez que su nombre era mencionado o un dialogo brotaba de su boca? Quienes no lo odiaron fue por su complejidad. Él, por sí solo, era un misterio. Pero yo no era uno de ellos, mi odio creció durante la cena que los Stark ofrecieron a Robert Baratheon durante su estancia, y continuó durante el tiempo que Eddard se mantuvo en la capital como Mano del Rey, antes de que todo se perdiera en un mar de estiércol e injusticias. Cuando fue capturado por los hombres de Robb en Choque de Reyes aplaudí, no les miento. Quería verlo muerto, encerrado, encadenado, humillado, pagando por todos y cada uno de los crímenes que él y su familia habían cometido antes y después de que la guerra estallara.

Pero después sucedió algo interesante: Tormenta de Espadas nos ofreció su punto de vista. No fue algo sencillo, ¿eh? Dejar de detestar a alguien toma su tiempo y es un proceso tortuoso. En sus dos primeros capítulos aborrecí su grosería, me asqueó la forma tosca con la que trató a su primo o la manera despectiva con la que le hablaba a Brienne. Y me sorprendió que, aun estando en ventaja, ella no lo abofeteara al primer insulto. ¿Cuándo cambió mi visión de él? Cuando su primo murió y tanto él como Brienne fueron tomados prisioneros. Ahí fue donde su actitud se transformó. No fue en Harrenhal donde eso sucedió (sí, fue allí donde lo conocimos más), pero fue en este específico momento donde comenzó. Dejó de ver a Brienne como la moza horrenda e ingenua que servía a Catelyn Stark para convertirse en su colega de tormentos y, a su vez —sin quererlo ni planearlo—, formaron una unidad.

Conocimos a Brienne de Tarth desde la perspectiva de Catelyn, una esposa dedicada al hogar cuya visión de mujer ideal estaba lejos de lo que se encontró cuando se topó con la doncella de Tarth. Curiosamente, el matrimonio Stark también tuvo una niña que soñaba con vestir una armadura y pelear con espadas frente a otros caballeros. A su manera, Brienne es la versión adulta de Arya, por mucho que a Catelyn le cueste admitirlo y sin importar cuántos vestidos quiera ponerle mentalmente a la niña. Sin embargo, de golpe nos damos cuenta que ella posee algo que Arya perdió tiempo atrás —cuando comenzó a vagar a lo largo de Poniente, convirtiéndose en fugitiva, escondiendo su cabeza de cualquiera que pudiera reconocerla—, y eso es la inocencia. Esa inocencia va acompañada también de ingenuidad, una dosis de fantasía y otra tanta de bondad.

El único pecado de la hija del Lucero de la Tarde es sincerarse ante un mundo que rara vez aprecia la sinceridad. Los Siete Reinos se yerguen bajo un manto de traiciones, guerras, deserciones y un invierno a punto de llegar. Pero cuando ella nos es introducida en la saga, deja ver el romanticismo que envuelve su ideal de caballería: “Para la gente como nosotros, el invierno no llega jamás. Si caemos en combate, se cantarán canciones sobre nosotros, y en las canciones siempre es verano. En las canciones, todos los caballeros son galantes, todas las doncellas son hermosas, y siempre brilla el sol” (Choque de Reyes, Pag. 328, George R. R. Martin). Al principio, Catelyn siente lástima por ella, al igual que nosotros porque, además de eso, tiene que lidiar con un entorno despectivo que la desprecia por ser todo aquello que una mujer no debe de ser, tanto física como mentalmente. Únicamente protegida, quizá, por ser hija de un Lord. Brienne —con una altura superior a la media masculina— viene a romper el molde de mujer y de guerrero en Poniente; los transforma y los reconstruye convirtiéndose por derecho propio en uno de los personajes más emblemáticos de la saga.

Brienne de Tarth y Jaime Lannister en el castillo de Harrenhal.
No me esperaba mucho de ella, pero tampoco preví que Catelyn haría un último movimiento desesperado para volver a ver a sus hijas. Cuando tomó la decisión de liberar a Jaime Lannister y otórgale la tarea a Brienne de escoltarlo de regreso hasta Desembarco del Rey, a cambio de Sansa y Arya, hizo más que un simple trueque, le otorgó al Matarreyes (sin saberlo, ni quererlo) la posibilidad de redimirse, y a Brienne, la perspectiva de convivir un buen tiempo con el hombre que rompió el juramento más sagrado de todos, al matar al rey al que le prometió lealtad. La peor deshonra que puede cometerse ante una mujer tan idealista.  Es aquí donde quiero introducir la dinámica de estos dos personajes específicamente en la serie de televisión Game of Thrones para equilibrar la balanza entre ellos ahora que sus POV’s en los libros serán recurrentes (mientras vivan), porque Tormenta de Espadas únicamente nos ofrece la perspectiva de Jaime, mientras que la serie utiliza la visión de Brienne para poder entender al hombre sin honor que busca un poco de respeto. Sería muy difícil sentir empatía hacia él sino es atreves de los ojos de una persona tan honesta como ella. También creo justo mencionar aquello que, a mi parecer, la serie hizo bien, como contrapunto al mencionar anteriormente aquello que hizo mal. De paso quiero hacer una mención especial, no sólo a los productores, guionistas y directores en este específico arco sino también a Nikolaj Coster-Waldau como Jaime Lannister y Gwendoline Christie como Brienne de Tarth (un papelazo que le queda a la medida) por la extraordinaria química que demuestran dentro y fuera de la pantalla, ¿cómo no disfrutar eso?

Antes de que la segunda temporada terminara, ya nos imaginábamos el horror que se le venía encima a la propia Brienne al tener que viajar durante días con un ser tan despreciable, cínico y grosero como sería Jaime en cada oportunidad que tuviera. Y dicho y hecho, por cada empujón, jaloneo y orden que la mujer le daba, Jaime le respondía con alguna frase tosca, un insulto o un sobrenombre. Ella, por su lado, le llamaba Matarreyes a la cara, ese título que él tanto aborrecía. Éste hostigamiento por parte de Lannister continuó incluso cuando el nombre de Renly apareció entre sus frases para insinuar algo que era a todas luces cierto: Brienne amaba al hermano menor del rey Robert, pero éste a su vez (un hombre ya casado) se sentía más atraído por hombres que por mujeres. Cuando Jaime hizo una referencia sexual al Trono de Hierro, forjado con espadas, Brienne estalló y obtuvo como respuesta un: “No te culpo. Ni lo culpo a él tampoco. No elegimos a las personas a la que amamos”, una frase con la que además justificaba la relación incestuosa que él mismo mantenía con Cersei, esperando que quizá Brienne no lo juzgara también por ese motivo.

Pero cuando caen en manos de Vargo Hoat la dinámica de ambos se transforma. Entienden que la única fuerza que podrán obtener en ese círculo tan salvaje sólo procederá de ellos mismo y no de terceros. Ella deja de ser una mujer al servicio de una Stark y él se olvida por un momento de ser un Lannister. A pesar de que Hoat y sus hombres los encuentran por primera vez fundidos en una pelea a muerte con espadas, no pasaría demasiado tiempo antes de que ambos comenzaran una cadena de favores mutuo que se alargaría a lo largo de todo el viaje. Jaime salva a Brienne de una múltiple violación a base de mentiras, prometiendo zafiros que no existían, y ella se da cuenta de ello. Tiempo después, cuando él pierde su mano, es Brienne quien le da la fortaleza para continuar luchando a pesar del dolor (“No puedes morir. Tienes que vivir”). Ya en los baños termales de Harrenhal, debilitado, desnudo, con un dolor agonizante, probablemente con delirios febriles y a solo unos metros de la mujer que representa todo el romanticismo utópico de los caballeros juramentados al servicio de un rey, decide dejar caer esa máscara de soberbia, cinismo, hipocresía, prepotencia y galantería para dejar únicamente una fina capa de modesto heroísmo y explicarle a ella (y sólo a ella) el motivo por el que mató a Aerys II, consagrándose en aquel entonces como un rompe juramentos, hombre sin honor y magnicida, pero salvando con ello a toda la población de Desembarco del Rey sin la mínima intención de que alguien le premiara por aquel loable gesto. No buscó reconocimiento. Es aquí donde Brienne de Tarth comprende a la persona que tiene frente a si y le perdona por ese único acto. Más tarde, cuando se despiden en aquella habitación lúgubre, ella lo reconoce como Ser por primera vez, y lo llama por su nombre, en una de las escenas más conmovedoras de la tercera temporada, a pesar de su brevedad.

Brienne de Tarth y Ser Jaime Lannister en La Torre de la Espada Blanca.

La relación de Jaime y Brienne trasciende porque está forjada en la compasión, el respeto mutuo y una admiración creciente que no brotó de la noche a la mañana, sino que se fue contrayendo a lo largo de toda una travesía por caminos infernales, durante tormentos que les quitaron el sueño y materializaron pesadillas repletas de realidades. La serie lleva esta amistad a un nivel que en el libro se queda corto (más por la perspectiva que por otra cosa), construyendo una balanza que se antepone en cada escena compartida. Largas miradas que saben a discursos, y breves palabras, que en otros personajes sonarían superfluas y trilladas, adquieren matices distintos al brotar de sus labios. Si no es sinceridad y perdón lo que reflejan en pantalla, yo no sé qué podría ser. Aceptaron sus errores y bajaron sus espadas en son de paz mientras otros las levantaron para matarse por diferencias menos dignas de mención. Sin embargo, no es la confesión de Jaime lo que le otorga la redención, sino esa serie de buenos actos que florecen cuando trata de salvar a esa mujer a la que aprendió a respetar por todo lo que representa. La alegoría que George R. R. Martin hace de La Bella y La Bestia se cuela en esos momentos decisivos donde la humildad se antepone a la soberbia y la sinceridad brota a flor de piel cuando ya no queda nadie a quién mentirle. Y sólo por eso, ambos personajes merecen un reconocimiento. Si me he extendido tanto ha sido porque no me esperaba lo que me ofrecieron. En un entorno donde todo se basa en mentiras, conspiraciones y ansias de poder (que incluyen matrimonios concertados y emboscadas que terminan en bodas rojas y venenos) estos dos individuos logran sobresalir, pasando por encima de todos aquellos que luchan por un lugar en el juego de tronos; porque solo buscan su lugar en el mundo, que seguramente no está detrás de un puesto de poder ni en las suaves habitaciones de un pacifico castillo.

Miedo me dan sus destinos, imposible decir que no. Esta es una saga donde nadie tiene un final feliz: los héroes son decapitados, sus lobos asesinados y los castillos quemados hasta quedar en ruinas, mientras el invierno amenaza con venir y los dragones se alimentan de fuego más allá del mar. Pero siempre nos quedarán las canciones, ¿no? En las canciones siempre es verano. Quizá algún día se escriba una canción que hable de un príncipe herido que cabalgó sin detenerse hasta las cenizas de Harrenhal para rescatar una doncella vestida de rosa cuyo destino era ser devorada por un oso salvaje en el foso de Hoat; y que, tiempo después, ese noble caballero le regalaría su espada forjada de acero valyrio como un último gesto de redención y disculpa.
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PEQUEÑAS NOTAS:
*Aunque la mayoría del post habla exclusivamente del libro Tormenta de Espadas he puesto imágenes de la serie de televisión porque comencé a leer Canción de Hielo y Fuego con un mapa de los personajes del programa de la HBO en mi mano para poder grabarme su apariencia mentalmente al saber que serían decenas de protagonistas los que poblarían aquellas páginas. Así que para mí los actores de la serie siempre han sido los protagonistas de los libros.
*Tengo todas las intensiones del mundo de comprar el pack de los cinco libros que han sido publicados de la saga pero hacer eso me tomará unos dos meses así que mientras ahorro me dedicaré a leer una que otra cosilla.
*Dudo muchísimo que haga un post de Festín de Cuervos, pero cuando termine Danza de Dragones me verán escupiendo cuanta teoría me salga de la mente, lo juro por los dioses antiguos y nuevos.
ADIÓS.